Descartó dar más plazos para el debate constituyente. Con Milei sigue el plan una de cal y otra de arena
Como parte de una estrategia estudiada, aprovechando una campaña electoral a la que él mismo le impuso tiempos breves, Maximiliano Pullaro cedió a los candidatos a convencionales constituyentes de otras fuerzas políticas el protagonismo de un momento clave para la política santafesina.
El gobernador decidió recostarse sobre la gestión. Mostrar acciones antes que apelar a las propuestas. Entendió, con su imagen largamente instalada, que mostrarse proactivo era lo que más réditos le podía dar en la elección del 13 de abril pasado. Los resultados, podría decirse, le dieron la razón: consiguió la victoria y hasta quedó a las puertas de tener una mayoría absoluta en el cuerpo que reformará la Carta Magna.
Pasada la elección, el gobernador ha recuperado la idea de la centralidad política. Es el mismo modo que le permitió conseguir, en el primer año de gestión, amplias reformas en el sistema previsional, en seguridad o en la justicia. También, claro, lograr lo que tantos otros gobernadores no pudieron con la reforma constitucional. Si no sucede nada extraño conseguirá, incluso, la habilitación para ser reelecto. Algo que no pudieron hacer referentes que marcaron la gestión pública santafesina como Carlos Reutemann o Hermes Binner, por citar apenas dos ejemplos.
Pullaro inició formalmente la segunda fase de su gestión con la intención de marcar los tiempos e imponer nuevas reformas. Aun cuando acepta que la revalidación a su tarea –obtenida el 13 de abril pasado en las urnas– ha sido menguada por una ciudadanía que, hastiada, inquieta, enfocada en los problemas que le ofrece la coyuntura, decidió darle la espalda al proceso electoral con porcentajes de asistencia alarmantes para el sistema democrático.
El gobernador volvió a exhibirse en los últimos días resuelto, pero también intransigente. Tuvo el gesto de convocar a quienes encabezaron las listas opositoras para la convención constituyente. Las fuerzas de derecha, quizás a sabiendas de que no tenía mucho por imponer, ni siquiera participaron del convite. Ni Amalia Granata ni Nicolás Mayoraz se sentaron para la foto. Sí lo hicieron los representantes del peronismo, Marcelo Lewandowski y Juan Monteverde, y una outsider de la política, la ex boxeadora Alejandra Oliveras.
Pullaro escuchó a todos y decidió lo que ya tenía resuelto de antemano: convocar a la Asamblea Constituyente para el 14 de julio. Era una de las ventanas posibles en medio de los calendarios electorales de provincia y Nación. El PJ le reclamó otra conducta: esperar a comienzos del año próximo con el fin de sumar opiniones desde otros ámbitos –académicos, sociales, sindicales– que nutran el debate reformista con otras miradas.
En el gobierno leen que el peronismo sólo busca ganar tiempo para reacomodar sus fichas internas, dispersas desde hace ya mucho tiempo. No quieren darle a la principal fuerza opositora ese margen para que se articule, aunque hacia afuera el argumento sea que no es posible demorar más un debate que esperó por más de seis décadas.
Imponer la fecha donde comenzará la tarea reformista es facultad del gobernador. Aunque era más saludable para el proceso que oficialistas y opositores alcancen mayores consensos, Pullaro volvió a mostrar –como lo hizo con los distintos cambios que propuso desde que llegó a la Casa Gris– los modos que lo caracterizaron en el primer año de gestión: centralidad, determinación, cierto personalismo. Las cosas a su medida. Mal no le ha ido, aunque sería interesante que lea en detalle lo sucedido el 13 de abril, una elección que no permite margen para la euforia desmedida.
Elogio de la gestión
Convencido del rumbo y de que los modos de su gestión son los que hoy avala la ciudadanía, Pullaro utilizó la apertura del 143° período de sesiones ordinarias para hacer un repaso celebratorio de la tarea de su Gobierno, pero, además, para reafirmar sus métodos políticos. Buscó dejar claros rasgos como la firmeza y la austeridad. Ponderó, en todo momento, una tarea que tiene la impronta de la acción y del cambio. Un modo de ejercer el mando proactivo.
Marcó la mejora en seguridad y lo hizo sin perder de vista que los logros son compartidos. El radical habló del comando unificado que el Plan Bandera propuso entre fuerzas federales y de la provincia. Con Patricia Bullrich hay una corriente alimentada por la conveniencia que nadie quiere quebrar. Rosario es exhibida como un trofeo que ambas gestiones hacen equilibrio para repartirse.
Ese tramo inicial del discurso es uno de los guiños de acercamiento a la gestión del presidente Javier Milei. A sus ideas y métodos. No fue el único. Hubo, también, diferenciación y reclamos. Es parte del ida y vuelta habitual y de una relación marcada por el pragmatismo que el radical ha decidido mantener con el libertario.
Cada vez que puede asistir al mandatario nacional, lo hace. Con una declaración o con el voto de legisladores que le responden en el Congreso. Mientras tanto, insiste con pedirle obras o respaldo para al sector productivo. Es parte del juego. Hay una evidente política de no agresión entre ambos. Quedó claro en la elección del 13 de abril, donde Milei no hizo siquiera mención a la compulsa santafesina. Era un terreno de enorme valía para Pullaro. Y el presidente lo respetó.
Volviendo a los parecidos con Milei, Pullaro planteó la necesidad de un Estado eficiente y austero, con responsabilidad fiscal. Mencionó las “cuentas en orden” y el bajo nivel de endeudamiento. Discurso de época que tan bien explotó el libertario.
Como un ejemplo de esa conducta, el gobernador detalló el recorte que operó sobre la planta permanente –4.700 personas comparando marzo de este año respecto de diciembre de 2023, según dijo– y mostró como un logro su política contra los gremios docentes, acorralados a la hora de disponer medidas de fuerza por la aplicación de un sistema para incentivar el presentismo de las y los maestros. Sostuvo, además, la necesidad de un Estado que abra las puertas a la inversión privada.
Al momento de diferenciarse o reclamar acciones al gobierno nacional, habló del centralismo porteño y dijo que las retenciones a los sectores productivos “ya no se soportan más”. También se quejó por el injusto reparto de la coparticipación federal y por rutas nacionales “que ya están colapsando por falta de mantenimiento”.
Para un sector de la oposición fueron cuestionamientos escasos. La falta de diferenciación con las políticas de Milei, al menos para muchos dirigentes del PJ, es uno de los puntos inaceptables del discurso ofrecido por el gobernador. No es algo que hará mella en los modos de conducción que Pullaro ha decidido aplicar. Ya se dijo: el gobernador está decidido a avanzar sin escuchar lo que tengan para decirle desde algunos sectores de la política santafesina. Después de casi 17 meses de gestión, quienes le reclaman lo contrario, ya deberían haberlo asumido.
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