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Política

Política provincial

Reforma constitucional; entre los buenos modales y la prepotencia del voto

Reforma constitucional; entre los buenos modales y la prepotencia del voto
Mauro Aguilar

Tiempo de definiciones para avanzar con un intento que tantas veces terminó fallido. ¿Cómo se juegan las fichas? 

La Constitución de Santa Fe tuvo su última reforma en abril de 1962. Curiosidades de nuestro país: el nuevo texto se aprobó dos semanas después de que el régimen democrático fuera interrumpido por un nuevo golpe de Estado. La madrugada del 29 de marzo había sido depuesto el desarrollista Arturo Frondizi. En medio de la convulsión reinante, y con lógica premura, el 14 de abril de aquel año se juró la remozada Carta Magna. Apenas diez días más tarde la provincia fue intervenida. Las modificaciones zafaron de las imposiciones del nuevo gobierno cívico militar: aunque se declararon nulos todos los comicios desarrollados en catorce distritos del interior, la decisión no alcanzó a la elección de los convencionales constituyentes que trabajaron en la reforma santafesina.

Sesenta y dos años han pasado desde aquel momento histórico. El país es otro. Se reclaman derechos en los que antes no se reparaba. Las formas de administrar el Estado se han modificado severamente y la sociedad mutó de piel desde entonces una y otra vez. Los cambios, por lo tanto, se imponen. Sin embargo, no es nueva esa intención. Desde fines de los 90’ lo han intentado, por citar apenas a algunos, los peronistas Jorge Obeid y Carlos Reutemann. También, los socialistas Hermes Binner, Antonio Bonfatti y Miguel Lifschitz. Todos, con sus matices, conveniencias e intereses, entendieron que distintos abordajes de aquella última Constitución han quedado obsoletos.

Maximiliano Pullaro pretende, como sus antecesores, cambiar el texto que ordena la vida de los santafesinos. Algo, al menos por ahora, lo diferencia de los otros. El gobernador decide no involucrarse en el juego. Deja que hagan otros. Permite que los legisladores debatan, estudien, piensen propuestas y proyectos. 

Pullaro prefiere apartarse de una discusión que hoy, para el grueso de la sociedad, no está entre sus prioridades. Cerca del radical tienen, sin embargo, la carta para jugar cuando el tema comience a aflorar en la superficie y sea necesario darle una explicación al ciudadano que tiene dificultades con su economía o padece con el endémico mal de la inseguridad: se dirá que en tiempos en los que se reclama austeridad, Estado eficiente y una política sin despilfarros, muchos de los cambios que impondrá la nueva Carta Magna irán en ese sentido. Será la bandera para que el tema no quede descolocado, a destiempo con las necesidades del vecino. Será cuestión de verlo.

Sea como sea, el tema avanza. Para el martes ya está agendado un encuentro entre los dirigentes que componen Unidos, la coalición gobernante. Será en Rosario y el Partido Demócrata Progresista ofrecerá su sede para tratar, entre otras cuestiones, el asunto de la reforma. La idea que trazan desde distintos sectores es trabajar para pulir la cuestión puertas adentro y luego sí abrirse al intercambio con otros espacios, empezando por el peronismo. 

Socialistas y radicales son, dentro de la alianza gobernante, los que tiran del carro de la reforma. En el partido de la rosa ya armaron incluso una comisión que preside el experimentado Raúl Lamberto. El radicalismo busca representante para esa tarea. Se descuenta que será también un dirigente acostumbrado a transitar cuestiones complejas, que suponen largas jornadas de debate y negociación.

El encuentro del martes servirá para involucrar un poco más al PRO, a Creo –el espacio de Pablo Javkin– y al resto de los espacios que conforman la coalición.  La intención dentro de Unidos es lograr la sanción, antes de fin de año, de la ley de necesidad para las modificaciones constitucionales. El plan, que se cocina a fuego lento, pero decidido, busca que el año próximo se vote para elegir a los convencionales que tratarán la enmienda.

Reelección, la piedra en el zapato de todos los intentos   

Como se ha dicho, Pullaro se muestra apartado de la discusión. Hay un partido al que pertenece y dirigentes de su espacio que lo representan para discutir la letra chica. El gobernador prefiere mostrarse como un hombre de gestión, pero es claro que empuja para que se incluya la reelección del mandatario provincial, una posibilidad que Santa Fe tiene vedada. Tiene la convicción de que ese cambio es necesario. El punto es si ya queda incluido él mismo o el nuevo texto recién habilita a quien lo suceda. 

¿Le dará el socialismo a Pullaro la carta de una reelección? Sería, de alguna manera, conceder al gobernador un nuevo poder. Hoy ostenta naturalmente la centralidad de la política santafesina. ¿Habilitarlo a que vaya por la reelección permitirá discutir en igualdad de condiciones con él o el PS quedaría debilitado internamente ante la sumatoria de ese poder delegado? El socialismo es fiel a quien hoy conduce, pero tampoco puede pecar de inocente.

El radicalismo tiene un antecedente para apurar a sus socios en el tema de la reelección: Miguel Lifschitz, referencia central del socialismo, pretendía ir hacia una reforma que incluyera la posibilidad de que él mismo fuera por otro mandato continuado. ¿Por qué, entonces, se negarían ahora los dirigentes del PS que antes acompañaban esa postura? 

En el delicado equilibrio de Unidos, también juegan las necesidades de la coyuntura. El radicalismo querrá forzar el lugar de poder que hoy ostenta en la provincia, pero tampoco a cualquier precio. Han encontrado en el socialismo, con Clara García a la cabeza como conductora de la Cámara de Diputados, a un aliado valioso, ordenado y alineado con las necesidades de Pullaro y de la coalición gobernante. Eso no debería lesionarse. Por lo tanto, Unidos tendrá la nada sencilla tarea de consensuar posiciones, sortear las diferencias y moderar las conveniencias particulares de cada sector para unificar un proyecto de reforma. Sería lo lógico. 

Exhibir alternativas dispares dentro de la propia coalición y no ir con un texto unificado sería una señal inconveniente si lo que se busca es obtener consensos ajenos, una necesidad central para avanzar con un asunto tan trascendental.  

Tampoco debe perderse de vista que la elección interna de los candidatos a constituyentes puede ser por consenso o no. Hay distintas maneras de dirimir. ¿Podría Pullaro forzar su lugar de poder si algo no le agrada y empujar a una compulsa en las urnas en la que cada parte de Unidos ponga sus candidatos? Podría. ¿Podría incluso encabezar él mismo una lista? También. 

Mientras cocina la estrategia interna, Unidos parece decidido a avanzar para lograr lo que tantos otros quisieron y no lograron. Poco había transitado de la nueva gestión cuando el tema ya estaba otra vez sobre la mesa. Aunque muchos pudieran ver en eso cierta premura, la acción estaba cargada de lógica. La coalición gobernante entiende que el capital que ganó en la elección de septiembre, el millón de votos que respaldó su propuesta, debe hacerse valer. Sin perder tiempo. El poder es algo que siempre puede esfumarse. 

 

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