Se acaban los tiempos para que la Legislatura resuelva el camino a seguir. Pullaro quedó expuesto a tener a ponerle la firma, si la iniciativa se atasca.
Podrían ser, los que vienen, días frenéticos para la política santafesina. De negociaciones. Quizás de enojos y desaires. Tal vez de celebraciones. El oficialismo encara su proyecto más ambicioso desde que inició la gestión, en diciembre del año pasado. La reforma de la Constitución provincial no sólo pone en juego cambios de peso y de fondo para la política, sino también para la vida cotidiana de los ciudadanos. Está en juego, además, la posibilidad de que Santa Fe se otorgue una alternativa hasta ahora vedada: la de reelegir a su gobernador. Quedará por verse si está incluida, con esa modificación, la chance de que Maximiliano Pullaro intente repetir o la novedad recién queda habilitada a partir del próximo mandato.
La reforma se trata de la jugada más compleja, más audaz y de mayor envergadura. Basta con repasar la historia. La última vez que se logró algo semejante a lo que ahora intenta concretar Unidos fue en 1962. Pasaron más de seis décadas y múltiples gestiones que lo intentaron en vano desde el retorno de la democracia, en 1983. Peronistas y socialistas tropezaron con debilidades propias o la cerrazón de los adversarios. El oficialismo quiere ahora colgarse una medalla que tantos, en el pasado, no pudieron. ¿Podrá? El camino es largo y puede tener tramos sinuosos.
Por lo pronto, la primera estación obliga a sancionar en la Legislatura la declaración de necesidad de la reforma. Se necesitan las dos terceras partes, una mayoría especial con la que Unidos cuenta sobradamente en el Senado. Las luces apuntan, entonces, a la Cámara baja. Allí deberá trabajarse sobre una compleja ingeniería para sumar voluntades de distintos sectores de la oposición. Algo de eso ya mostraron las espadas del oficialismo en el tratamiento de la reforma judicial.
Con la Constitución es esencial ensanchar los acuerdos. Exhibir una mayoría amplia –y de ser posible variopinta–, que dé aval a la introducción de cambios en la Carta Magna provincial. Lo impone el tema, pero también hay detrás de ello una obligación histórica. No es posible sacar un trámite como éste a los empujones. Ese entramado –necesario, imperioso– supone un desafío extra. Se esperan, entonces, días de rosca. La previa está cargada de especulaciones e interrogantes.
Reuniones y dudas para todas y todos
El lunes no será un día más para la política santafesina. En Rosario se reunirán los representantes de todos los partidos que integran la coalición gobernante. Los miembros de Unidos tienen asuntos por debatir. No todo está acordado entre los socios. En absoluto. La letra chica de la reforma es algo sobre lo que deberán conversar. Y el tiempo apremia.
El 30 de noviembre, es decir en apenas una semana, vence el período de sesiones ordinarias. ¿Puede tratarse el tema en extraordinarias? Sí, claro. Pero para que eso suceda debe intervenir el gobernador, que hasta aquí intentó mostrarse prescindente, aun cuando el asunto le interesa sobremanera. Es una cuestión de cálculo: en el Ejecutivo se empeñan en marcar que es conveniente mostrar ante la sociedad a un Pullaro involucrado sólo con la gestión. No parece lógico ni saludable que la máxima autoridad se aparte de un asunto de semejante trascendencia institucional, pero es evidente que las conveniencias marchan por otros carriles.
El asunto es si los propios socios de la coalición gobernante, con el socialismo a la cabeza, le facilitarán el debate interno para apurar los tiempos y llegar antes del 30 o sí, por el contrario, se tomarán las cosas con calma para, entre otras cosas, involucrar al gobernador en el proceso.
El mismo 30 de noviembre en el que vence el período de sesiones ordinarias el Partido Socialista santafesino tiene su Congreso Ordinario, lo que podría ser una ocasión adecuada para debatir el rol que tendrá y los temas que propondrá para la nueva Constitución. Es un buen motivo para estirar los plazos, aunque eso vaya a contramano de los planes de Pullaro.
El lunes será también un día clave en el peronismo. La reforma judicial aprobada días atrás, que entre otros puntos permitirá ampliar la Corte Suprema, encendió algunas alertas en el partido. El bloque de Omar Perotti acompañó en general la iniciativa de Unidos, mientras que el resto de las tribus del PJ representadas en Diputados le dieron la espalda.
La conducción partidaria leyó que algunos se cortaron solos –quizás como parte de acuerdos trabajados con el Gobierno– y que no existió ni conducción ni una postura unificada. Por eso convocó a una reunión a la que invitaron a los legisladores provinciales, pero también a los representantes nacionales por Santa Fe. Habrá que ver quiénes aceptan el convite.
En la cúpula del peronismo pretenden que Unidos dialogue institucionalmente y no los divida en la negociación. Hay muchos intereses en juego. Por caso: mientras Perotti parece tener una línea de diálogo aceitada con el gobernador –lo que le permitiría incluso sugerir algún ministro para la nueva Corte– y podría inclinarse por acompañar las propuestas de Unidos sin entorpecer el debate, los intendentes y jefes comunales pretenden que se los escuche y que no se entregue un apoyo sin plantear las demandas que necesitan las gestiones que comandan ciudades y pueblos y que deberían ser introducidas para debatir en la nueva Carta Magna. Así las cosas, el lunes se verá si todas las tribus del peronismo pueden jugar juntas, con una postura unificada. No parece sencillo de lograr.
Las dudas parecen atravesar a todos. También a los celestes de Somos Vida. Mientras su líder, Amalia Granata, eleva el tono de su discurso opositor y llega incluso a comparar a Pullaro con Gildo Isfrán, el gobernador formoseño elegido en 1995 y reelecto desde entonces siete veces, otros integrantes de su bloque dudan qué hacer con la reforma. No sería extraño que alguno la acompañe o que otro se ausente. Si eso sucediera exhibirá una fisura inconveniente para los planes futuros de Granata.
En cualquier caso, lo que debe definirse en los próximos días es apenas un capítulo de tantos por venir para terminar de alumbrar una Constitución remozada. Algunos podrán cantar victoria ahora, pero en cualquier caso será parcial. La disputa terminará por resolverse –si la necesidad de la enmienda avanza en la Legislatura– en 2025. Primero, con la elección de convencionales constituyentes. Luego sí, con el debate final, el que terminará por darle forma a la letra de una nueva Carta Magna. Faltan meses para eso. Aunque la carrera ya empezó.
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