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Negocios

Es el Messi de los vinos

Alejandro Vigil, un emprendedor exitoso que apostó a crecer en familia

Alejandro Vigil, junto a su criatura.

Por Redacción

El autor del vino “El Enemigo” relató la experiencia de Casa Vigil, el restaurante que obtuvo una estrella Michelin y se hizo libro. Lo hizo en el restaurante Refinería.

Alejandro Vigil es un emprendedor con algo especial. Cuando las empresas que empiezan a crecer ponen todo el esfuerzo para profesionalizarse, y de ese modo ganar competitividad, este enólogo mendocino que ganó fama internacional con su premiado vino El Enemigo apuesta a lo tribal, a los vínculos, a rodearse de familiares y amigos para hacer avanzar nuevos proyectos, y no le va nada mal.

Por si alguien no está al tanto, cabe señalar que a Vigil se lo conoce como “el Messi de los vinos”, e integra el Top 50 de los enólogos más reconocidos del planeta, un prestigio que supo cosechar tras aquilatar tres etiquetas Parker de 100 puntos para sus creaciones. La fama le llegó como director de Enología en la bodega Cadena Zapata -con la que continúa trabajando- pero se fue acrecentando desde la conducción de su propia bodega en el paralaje de Chachingo en el departamento de Maipú, Mendoza, que también aloja al primero de sus cinco restaurantes, Casa Vigil, que para no ser menos el año pasado obtuvo una estrella Michelin por su “cocina de gran delicadeza que vale la pena visitar”.
Casa Vigil es también el título del segundo libro publicado por Vigil, un compilado de 264 páginas con relatos, imágenes y anécdotas sobre el camino recorrido. Tiene dimensiones de 21 x 4 x 27 centímetros y viene presentado en un estuche rígido para coleccionar, con tapa dura y papel ilustrado. Fue escrito junto a su pareja María Sance, que el mes pasado acompañó al enólogo en un paso por Rosario, para presentar la publicación. La visita generó la ocasión para un encuentro con medios de prensa en el restaurante Refinería de Puerto Norte, con un menú que fue especialmente preparado por los anfitriones y regado con vinos predilectos de los autores.

Los Vigil, junto a los Avalle, anfitriones del restaurente Refinería.

 “Con mi primera inhalación nació la idea”, admite Alejandro Vigil sobre este proyecto, que es su vida misma. Así reza la primera línea del libro, cargado de testimonios, color y también algunas recetas que no pueden faltar en la mesa de esta pareja. “Casa Vigil es trabajar en familia, gastronomía de excelencia y una oda al esfuerzo. Por eso y mucho más, este libro es un registro necesario de la esencia de Mendoza y de Argentina”, coinciden. Es vino y cocina porque no existen uno sin el otro. Es familia, encuentro, agricultura, bodega, viñedo y restaurante. Cada página está impregnada del esfuerzo, la pasión y los sueños que nos han guiado a lo largo de los años. Este libro es más que un relato; es el latido de nuestras raíces, el reflejo de nuestras vivencias y un legado que deseamos compartir con todos ustedes. Al abrir sus páginas, sentirán nuestra esencia, nuestras alegrías y desafíos, te invitamos a ser parte de esta travesía”, destacan los autores en la presentación del libro.

Mientras que los expertos en gestión recomiendan la especialización y profesionalización de los equipos, la familia Vigil apuesta a los vínculos, a la familia y a los amigos de toda la vida para llevar adelante sus emprendimientos. Casa Vigil arrancó con cinco personas, todos pertenecientes a un círculo íntimo. "Un quinteto multi rol que se inventaba como gastronómico y recibía turistas para hacerlos disfrutar de los vinos que elaboraba Alejandro con algo de comida", según se describe en el libro.

El célebre enólogo, durante la presentación del libro "Casa Vigil".

El desafío de trabajar con la naturaleza
Apenas pusieron un pie en Chachingo, con sus 15 perros y caballos, Alejandro y María armaron la huerta. Antes de tener dónde dormir y sentarse a comer, se ocuparon de trabajar la tierra. Recuerdan que a comienzos de los años 2000, plantaron 25 hectáreas de tomate de distintas variedades, pero se arruinó por el granizo. Esta desgracia que hubiera hecho bajar los brazos a muchos, les dejó una gran lección. “La no regla de la naturaleza te lleva a mirar las cosas de otra manera. Por más que tengamos profundos conocimientos técnicos, las variables más importantes no las puedo manejar”, dice Alejandro y afirma: “Cada plato es una sucesión infinita de pequeños milagros”.

 

 

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