En el primer trimestre de 2025, los jóvenes representaron más de la mitad de los desocupados urbanos en Argentina.
En los primeros meses de 2025, más de la mitad de los desocupados urbanos en Argentina eran jóvenes de hasta 29 años, a pesar de que este grupo representa apenas un quinto del total de personas ocupadas. Esta sobrerrepresentación revela un fenómeno estructural de exclusión del empleo formal y de calidad, con implicancias sociales y económicas de largo plazo.
La inserción de los jóvenes en el mercado laboral argentino continúa siendo uno de los principales desafíos estructurales para las políticas de empleo. Los datos más recientes del Indec, correspondientes al primer trimestre de 2025, muestran que el 51,8% de los desocupados urbanos son personas de hasta 29 años, aunque representan solo el 22% del total de ocupados. Esta sobrerrepresentación revela una profunda dificultad para acceder al trabajo, incluso en contextos donde la desocupación general no alcanza niveles críticos.
La tasa general de desempleo se ubicó en el 7,9% de la población económicamente activa en los principales centros urbanos. Sin embargo, más de la mitad de este porcentaje corresponde a jóvenes: 4,1 puntos de los 7,9. En términos absolutos, de cada 100 personas sin trabajo, 26 son varones jóvenes y otras 26 son mujeres jóvenes, lo que representa una paridad de género en la exclusión, pero no necesariamente en las oportunidades de inserción futura.
Brechas de acceso persistentes
Este fenómeno no es nuevo, pero su persistencia, e incluso su agravamiento, pone de relieve la falta de políticas eficaces para revertirlo. Los varones jóvenes registraron un aumento en su participación en la tasa de desocupación general, del 1,9% al 2,1%, y las mujeres, del 1,8% al 2%. Ambos valores son los más altos entre todos los grupos etarios, lo que refleja que la juventud enfrenta mayores obstáculos de entrada al empleo que otros segmentos poblacionales.
Además de las dificultades para acceder al mercado, quienes logran insertarse lo hacen, en muchos casos, en condiciones precarias. Casi la mitad de los jóvenes ocupados son asalariados informales, un porcentaje que casi duplica al de los adultos. Si se consideran también los trabajadores por cuenta propia no profesionales, la informalidad entre jóvenes asciende a más del 60%, frente a aproximadamente el 40% en la población adulta de entre 30 y 64 años. Esta doble exclusión —del empleo y de la formalidad— limita severamente las posibilidades de acumulación de capital humano, movilidad social y construcción de trayectorias laborales estables.
Comparación internacional: una brecha más amplia que el promedio
La problemática no es exclusiva de Argentina. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha señalado que el desempleo juvenil, a nivel global, supera al de los adultos y que esta brecha se ha venido ampliando en la última década. Sin embargo, los datos locales revelan que Argentina está por encima del promedio global y regional.
Tomando el rango de edad definido por la OIT (15 a 24 años), la tasa de desempleo juvenil en el país alcanzó el 19,4% en el tercer trimestre de 2024, frente al 13% a nivel mundial y al 13,6% en América Latina y el Caribe, según el informe Tendencias Mundiales del Empleo Juvenil 2024. Este diferencial no puede explicarse únicamente por factores comunes como la falta de experiencia, la vulnerabilidad en contextos de crisis o la concentración en sectores de baja productividad.
Desafíos estructurales y políticas necesarias
La sobrerrepresentación de los jóvenes en el desempleo argentino exige un análisis más profundo de los factores institucionales que obstaculizan su inclusión laboral. La baja participación juvenil en el empleo formal (apenas 22% del total de ocupados, sin mejoras significativas en los últimos años) revela una falla en la articulación entre los sistemas de educación, formación profesional y demanda del mercado.
El fenómeno también plantea interrogantes sobre la efectividad de las políticas activas de empleo, los incentivos a la contratación joven, y la necesidad de un marco normativo laboral más adaptado a trayectorias laborales no lineales, como las que enfrentan actualmente las nuevas generaciones.
Conclusión
El desempleo juvenil en Argentina no es un problema coyuntural, sino una expresión de las debilidades estructurales del mercado laboral urbano. A la exclusión del empleo se suma la precariedad de las condiciones laborales en los casos en que sí se logra acceder al trabajo. La magnitud de esta problemática demanda políticas integrales, con foco en la inclusión productiva, la transición escuela-trabajo, la formalización y la reducción de barreras institucionales que perpetúan la desigualdad generacional en el acceso al empleo.
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