Comenzaron hace 25 años con un emprendimiento familiar que hoy en día es una empresa constituida dedicada a la atención de diferentes sectores de la agroindustria. Cuenca S.A, liderada por un matrimonio y trabajada por 14 empleados, cuenta con dos unidades de negocios, la fabricación de precintos de seguridad y la fabricación y comercialización de agroinsumos. En este cuarto de siglo de funcionamiento de la empresa, llegaron a exportar sus productos y alcanzaron el mercado internacional. De todos modos, siguen apareciendo complicaciones cuando de importar se trata.
Ariel Cuenca, titular de la empresa, le cuenta a punto biz que, luego de estos primeros 25 años, la empresa continúa en expansión. “El proceso se afirma de acuerdo a quiénes nos piden productos, y vamos mejorando en la producción adaptándonos a las necesidades del mercado”, explica.
La producción de precintos creció al punto de llegar a fabricar entre un millón y un millón y medio de unidades al mes de forma permanente y sostenida. El precio de los mismos varía según las características de los distintos ocho modelos que ofrecen, yendo desde 20 centavos a $1 peso cada uno como máximo. Incluso, la firma alcanzó a exportar a algunos países limítrofes, pero más allá de tener clientes de varios años, Cuenca admite que por el dólar el negocio se torna demasiado competitivo y a veces no es posible hacer frente con la fábrica de Brasil que se posiciona más firmemente en estas regiones.
En el interior del país, la comercialización de precintos cuenta con 25 distribuidores que trabajan este producto producido por materia prima abastecida por proveedores rosarinos. “Desde carga de matafuegos hasta exportadores de granos solicitan precintos. Trabajamos con Molinos Río de La Plata, Nidera, Cargill y casi todo el sector agroexportador”, menciona Cuenca.
Pero los problemas llegan cuando los clientes no pueden recibir los productos solicitados. Esto sucede con un tipo específico de precintos de alta seguridad y con varios elementos y equipos del sector de agroinsumos. “Son materiales que no se consiguen en Argentina, y para ingresarlos hay que esperar a que den el alta a los productos. Antes no había problema si importabas tres toneladas de producto, y hoy esa cantidad está meses detenida en la aduana”, explica Cuenca.
El empresario no duda en sostener que las barreras en la importación limita la producción y hasta perjudica el negocio: “A veces las políticas del gobierno no autorizan determinados ingresos y por algún motivo terminan demorando el contenedor. Han pasado seis o siete meses hasta que los liberaban, y por ejemplo suele pasar que para ese entonces la época de comercio ya finalizó”. Esto sucede sobre todo con los productos vinculados a la agroindustria, donde la compra de productos se ve limitada en relación a los períodos de las cosechas.
Pero esta situación, según Cuenca, no perjudica sólo a la empresa, sino que también repercute en los clientes. “Cuando se acaba un producto y tenemos que esperar a que se habilite la importación y eso complica al productor porque nos recrimina que nos han comprado algo y nosotros no respondemos con el servicio”, señala el empresario. Los productos importados son traídos desde la firma Farmcomp de Finlandia. Se trata de elementos que miden la humedad y la temperatura de los granos, y medidores de compactación de suelos.
Para enfrentar esta situación, la empresa busca trabajar habitualmente con stock, para poder brindar a los clientes los productos solicitados. Los elementos importados suelen no presentar errores, por lo cual los percances una vez ingresados los equipos al país son escasos. El problema más preocupante aparece cuando los productos presentan fallas y hay que responder con urgencia a la necesidad del cliente.
Ante este análisis, Cuenca admite que los límites de las importaciones repercuten en el desempeño de la empresa. Reconoce que para poder mantenerse en la competencia hay que vender equipos que sean confiables en el mercado, situación que comienza a dificultarse cuando los equipos solicitados deben ser importados.