Finalmente se precipitó lo que en varios ambientes se presumía. La justicia decretó
la quiebra de Carrocerías Sudamericanas, una de las armadoras de colectivos más grandes del país. El final era cantado ya que ni siquiera pudieron levantar
la deuda cercana a los $110.000 que la había llevado a desfilar por los Tribunales. La líneas de producción estaban casi paralizadas y en cheques rechazados el rojo sumaba más de $8 M.
El pedido de quiebra había ingresado en mayo al Juzgado de Primera Instancia en lo Civil y Comercial de la 3ª Nominación de Rosario, y sobre ese trámite fue que el juez Hernán Carrillo determinó el 2 de octubre la liquidación de los activos de la compañía que oportunamente había contestado el planteo desconociendo la acreencia.
La solicitud en cuestión se sustentaba en 10 cheques que se le habían extendido a la firma roldanense Insumos y Masivos y que esta empresa no había podido cobrar porque los papeles no tenían fondos. El monto de la acreencia suma $107.676, una cifra ínfima si se calcula lo que aparece en la Base de Deudores del Banco Central y que anticipa un arduo trabajo para los síndicos que van a organizar la liquidación de los activos. Al día de hoy los cheques rebotados en el sistema bancario suman 840, por un valor de $8.159.145.
Carrocerías Sudamericanas nunca intentó acordar con el acreedor que le pedía el cese de actividades. Es más, según reza en el expediente al que tuvo acceso punto biz, la firma armadora desconocía la deuda, esgrimiendo que “recién a partir del tramite presentado por Insumos y Procesos se enteraba de la insolvencia de los cheques, sin haber recibido una intimación previa”. En definitiva la defensa de la carrocera llegó a poner en duda la legitimidad del pasivo al punto que acusó a los acreedores de promover un pedido de quiebra con “fines extorsivos”.
Así y todo, la justicia decidió rechazar las excusas de la metalúrgica y se inclinó por la
quiebra. La empresa no podrá volver a operar y todos los bienes serán ejecutados para cumplir con los acreedores que deberán presentarse ante los síndicos a blanquear lo que "Sudamaricana" les debía cuando todavía estaba con las puertas abiertas.
Previo al tiro de gracia que le dio el juez Carrillo, los más de cien trabajadores de la firma se habían movilizado denunciando el desguace progresivo de la planta que cada vez producía menos, ya que no tomaba nuevos encargues y estaba adelantando vacaciones a varios empleados.
La quiebra de Carrocerías Sudamericanas está estrechamente atada a los vaivenes de una industria cíclica que hasta hace unos años gozaba los beneficios de un mercado ventajoso. De hecho en 2011 y 2012 la empresa había demostrado tener uno de los procesos más activos entre sus competidores locales, sacando a la calle entre 16 y 17 carrocerías por mes. En marzo de 2012 por ejemplo, el gobernador Bonfatti visitó las instalaciones y llegó a elogiar la gestión de la compañía.
Sin embargo, hubo dos hitos que son claves para explicar la debacle: el quite de subsidios al gasoil para las empresas de transporte que decidió el Gobierno Nacional a mediados del año pasado, y el ingreso al país por parte del mayor jugador del sector, la brasilera Marcopolo, que en diciembre pasado presentó en sociedad la compra del 51% de la santafesina Metalsur. La llegada de Marcopolo (que en Brasil tiene capacidad instalada y tecnología para fabricar 40 unidades por día) fue un gran escollo para los empresarios del sector acostumbrados a competir con un gigante pero fronteras afuera, en cambio con la llegada de la brasilera tienen a la competencia metida adentro del propio mercado.
Más allá de la realidad compleja del mercado actual, en junio estaba latente una salida positiva para
Carrocerías Sudamericanas. Es que oportunamente una fuente ligada a la administración de la firma había especulado con l
a llegada de retribuciones de IVA y bonos de bienes de capital por un valor cercano a los $10 M. Esa suma, se pensaba, iba a ayudar para palear el default, algo que finalmente no sucedió. Se llegó a evaluar incluso el desembarco de un nuevo inversor para dotar de capital a la malograda producción del 2013, pero nada de eso llegó a concretarse.