Vecinos de una de las zonas más top de Fisherton amanecieron este sábado con una noticia que lejos estaba de ser música para sus oídos: sobre la ruta 9 y frente al Jockey Club el dueño de una lujosa casa dio por comenzada la época de afters. Con baño público, seguridad privada y hasta cobro de entrada, el hombre trajo incluso dj de Buenos Aires, pero se le pasó por alto requerir la habilitación correspondiente.
Funcionarios municipales y también concejales de la ciudad se mostraron firmes y estrictos en lo que respecta a los “ruidos molestos” de ciertos boliches y lo que este tipo de negocio ocasiona en barrios residenciales. Un caso testigo fue el de Esperanto, que después de dar batalla e incluso abrir un registro de oposición de vecinos, finalmente debió cerrar sus puertas pese a tratarse de una marca registrada y un negocio ya constituido en el rubro.
Sin embargo, parece que las excepciones todavía existen en la materia. Ante la denuncia de vecinos a la Guardia Urbana, un móvil se llegó hasta el lugar, los agentes bajaron y se retiraron algunos minutos más tarde. Es que al tratarse de un domicilio particular, la GUM sólo puede labrar un acta, con lo cual los vecinos que se habían pegado el madrugón con música electrónica que claramente sobrepasan los decibeles de lo permitido, decidieron hacer la denuncia a la policía.
Dos móviles de la seccional 17 habían pasado por la puerta de la casa que hacía las veces de boliche, pero nada había hecho. Con este precedente, vecinos llamaron a la comisaría pero se encontraron con la respuesta de que no había móviles disponible. Fue así que decidieron apersonarse y realizar la denuncia in situ.
Grande fue la sorpresa al encontrarse con efectivos en pleno horario laboral llegando a la comisaría en el patrullero cargando bolsas de pan, verdura y carnes, en lo que aparentaba ser la previa de un buen asado de sábado al mediodía. Sin embargo, la indignación por la fiesta clandestina pudo más y, tras esperar cerca de dos horas en la seccional, realizaron la denuncia correspondiente.
La problemática de las fiestas en casas particulares no es nueva, de hecho se pone en agenda cada vez que empiezan las noches de calor y se acerca la temporada estival. Sin embargo, son pocos los casos en los que se avanza con medidas concretas para evitarlas. Un caso que sienta precedente es el de la ciudad de Funes, donde se legisló al respecto prohibiendo e imponiendo altas multas a quienes lleven a cabo este tipo de celebraciones que se llevan adelante sin ningún tipo de habilitación, si medidas de seguridad, y sin controles de ningún tipo.
Cuando en Funes se tomó esta medida (apoyada tanto por el Ejecutivo como por el Concejo), Roldán reaccionó rápido para evitar que se trasladaran hacia esa localidad y estipuló multas de hasta 35.000 para los propietarios de fincas donde se realicen este tipo de fiestas.
Sin embargo, en Rosario el tema no termina de resolverse y los vecinos quedan entrampados entre la falta de legislación y la dificultad de control que tienen las fuerzas de seguridad (la GUM incluida). El caso de Fisherton no es aislado. En barrios como Hostal del Sol, Aldea, San Eduardo, entre otros, los casos se repiten y también se repite la falta de respuesta oficial al respecto, así como la necesidad de emular a las ciudades vecinas con ordenanzas que avancen en ese sentido, y que se cumplan.
