Agricultura regenerativa: otra revolución está a tiro del campo

Casi medio siglo atrás, la Argentina fue pionera en la implementación de la siembra directa, un sistema de labranza que desterró el arado de los campos y significó un beneficio para los suelos, al disminuir la erosión y aportar más materia orgánica que la fórmula tradicional. Para el país significó un antes y un después porque se puso a la vanguardia del negocio sojero a nivel mundial, movilizó millonarias inversiones en plantas de crushing y protagonizó el despliegue de un paquete tecnológico con nuevos insumos y maquinaria. Claro que no todas fueron rosas: al incumplirse con  la rotación de cultivos -uno de los mandamientos de la directa- sumado a las malas prácticas en la aplicación de fertilizantes y fungicidas, el esquema productivo fue un blanco para cuestionamientos ambientalistas. 

La siembra directa constituyó la gran revolución agrícola del siglo pasado porque vino a multiplicar la producción de alimentos baratos en un mundo lacerado por las desigualdades y que aún expone a una parte de la humanidad a pasar hambre.  Pero una nueva era sacude hoy a la actividad a nivel mundial, que amiga más a la agricultura con el medioambiente en un momento en que el cambio climático acecha como nunca antes. Se trata de la agricultura regenerativa. “Lejos de ser un problema, la agricultura tiene la oportunidad de ser parte de la solución”, destacó Alejandro Girardi, vicepresidente de Asuntos Públicos y Sustentabilidad para América Latina de Bayer. 

En un mundo acosado por el exceso de carbono en el medioambiente -principal responsable del efecto invernadero-, la agricultura puede ir más allá de los polémicos cuidados en la aplicación de insumos para pasar a capturar carbono en el suelo y regenerar la calidad del aire. Es un punto que distingue al campo de otras industrias, que en el mejor de los casos pueden aspirar a un esquema de cero emisión de carbono. “Nosotros tenemos herramientas para ayudar a que el proceso se conduzca de esa manera”, acotó Girardi. 

La multinacional de origen alemán apuesta a abastecer el doble de alimentos para mediados de siglo y a reducir un 30% el impacto ambiental del agro para 2030. Y ello significará para la compañía un gran negocio porque aspira a duplicar su facturación actual, que hoy suma u$s100.000 M anuales de la mano de las innovaciones tecnológicas. 

Bayer trabaja sobre cinco grandes plataformas para facilitarles a los productores poder ser parte de este cambio en la agricultura: mejoramiento genético, biotecnología, fertilizantes biológicos, la transformación digital y la incorporación de nuevas moléculas de fitosanitarios.

Así aparecen semillas de diseño para dar lugar a trigos híbridos y maíces petisos, más aptos para la conservación del suelo. Insumos biológicos que utilizan moléculas de bajo impacto ambiental para desarrollar nuevos herbicidas y fungicidas. Impulso a los cultivos complementarios de cobertura para mantener protegido el suelo la mayor parte del año, y el desarrollo de un mercado global de carbono que recompense a los productores que se sumen a las nuevas prácticas. La herramienta Climate FieldView, que ya está desarrollada en la Argentina, interactúa con la agricultura de precisión para sumar productividad y minimizar la aplicación de insumos.  

Bayer montó en Pergamino un Centro de Entrenamiento -existe una veintena de ellos en todo el mundo- para experimentar las tecnologías y prácticas de la agricultura regenerativa, que ya suma seis años de experiencia. Si bien la sequía complicó la última campaña -en particular a lo que hace a los cultivos de cobertura-, se pudieron verificar mejores rendimientos tanto en trigo, como maíz y soja, acumulación de carbono en el suelo, con una reducción de al menos la mitad en la aplicación de insumos.