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Actualidad

De película

El caso de la pyme rosarina que demandó a Mahle por destrozar su fábrica

Marianela Bocanegra

En 2025 empieza el juicio oral que podría terminar con dos ejecutivos en prisión. Una historia que revela mala praxis corporativa y un polémico mecanismo estatal.

En los primeros meses del 2025, en el Centro de Justicia Penal de Rosario comenzará el juicio oral contra dos ejecutivos de la multinacional alemana Mahle, que podría terminar con hasta 6 años de cárcel para Iván Piacenzotto y Salvador Fornieles, directivos de la compañía en Argentina. 

Quien los demanda es el industrial Jorge Basualdo, titular de Arosa, una fábrica de aros de pistón localizada en Rosario que había comprado a la planta de Mahle tras su cierre, y que luego se declaró en quiebra.

En diálogo con Punto biz, Basualdo responsabilizó directamente a los directivos de Mahle por el final de su empresa, en tanto que, para el industrial, “dejaron que destrozaran toda su plaza de maquinarias de manera intencional e ilegítima, detrás del objetivo de sacarlos de competencia y quedarse con el monopolio de los aros de pistón en Argentina”.

La demanda se realizó bajo la carátula “defraudación por retención indebida de bienes”, y además Basualdo demandó a Mahle por daños y destrozos: le reclama una reparación por u$s10,4 M. 

La historia entre Basualdo y Mahle es de película, y aunque arrancó unos 14 años atrás, el final todavía no está escrito. De hecho, después de reiteradas postergaciones durante el 2024, estaba previsto el arranque del juicio oral para el próximo enero, pero se volvió a prorrogar la fecha y aún no establecieron otra.  

El principio   

En 2009 Mahle anunció el cierre de su planta de Presidente Perón al 5600, donde se fabricaba cerca del 60% de los aros de pistón del mercado nacional. El desembarco había sido dos años antes, cuando la multinacional adquirió Dana, una empresa nacional de larga trayectoria especializada en ese segmento. 
Las diferencias con los sindicatos aparecieron casi desde el minuto 1, y finalmente la compañía decidió levantar la operación en la ciudad, que involucraba a unos 430 empleos directos y unos 70 indirectos. El plan era traer al mercado argentino los aros que fabricaban en su planta de Brasil.

Como es usual en estos casos, tanto la Provincia como la Nación intervinieron para que la desinversión de la empresa no implique una pérdida masiva de empleos. Y allí aparece en escena Jorge Basualdo. Junto con su hermano, Jorge era uno de los accionistas mayoritarios de Aros Kim, fábrica ubicada en Lomas del Mirador, provincia de Buenos Aires.

“Teníamos el know how, por eso ganamos la negociación. Junto con mi socio de Brasil, invertimos u$s2 M de capital propio y obtuvimos un crédito del Banco Nación por u$s1,1 M, que usamos para comprar la fábrica rosarina Arosa y equiparnos”, detalló Basualdo, en tanto que la propiedad del inmueble y del terreno siguió en manos de Mahle.

“Arrancamos muy bien, de hecho entre 2013 y 2014 facturamos más de u$s4 M anuales. Luego llegaron los aumentos de los costos de la energía y el ingreso de aros importados y la situación fue más compleja”, explicó el industrial.

En pleno desbarajuste, Mahle -que para entonces era acreedor de Arosa- les pidió recuperar el inmueble. “Nosotros acordamos el concurso de acreedores y conseguimos buenas condiciones: 15 años para pagar la deuda con una quita del 60% y dos años de gracia, pero teníamos que esperar un mes para homologarlo. Entonces decidimos hacer un parate de un mes, dejar las cosas en la planta y que Mahle quede como depositaria durante ese tiempo, acordado con ellos. Ese día nos fuimos comunicándole eso a los 25 empleados que teníamos en aquel momento, acordamos en un mes retomar la actividad”, señaló Basualdo. Una vez homologado el concurso, la idea era buscar las máquinas -que eran propiedad de Arosa- y mudarlas a un nuevo predio.

El problema fue que cuando volvieron, al mes, ya no podían pasar: la seguridad de Mahle les impidió el acceso. A pesar de todos los intentos, lograron reingresar recién dos años más tarde, y se toparon con que ya no quedaba nada de Arosa. “Estaban todas las máquinas destrozadas. Salvamos simplemente a un par, las otras quedaron convertidas en chatarra. Creo que, como les estábamos generando un problema de mercado, vieron la oportunidad de bloquear la fábrica y la liberaron para que la rompan", recordó, y sumó: "Yo, que había mudado a toda mi familia a Rosario y había invertido u$s2 M, de repente vi todo mi capital destrozado”.

Después de que varias audiencias penales previas se resolvieran en perjuicio de los ejecutivos de la multinacional, Basualdo confía en que el juicio oral confirme su acusación: "Ni la indemnización ni el fallo van a remediar la destrucción, pero al menos me darán un sentido de justicia", concluyó.

Un caso espejo

El caso de Mahle llama la atención en tanto que expone la mala praxis de la multinacional alemana al llevar a cabo un mecanismo que es usual en el sector autopartista a nivel global: el hecho de relocalizar sus operaciones de acuerdo al análisis del mercado o desinvertir.

En otros casos, la experiencia sale bien. Uno es el de Basso, la fábrica de válvulas fundada por tres italianos en Rafaela, que es líder mundial. En los 80, Basso compró la División de Válvulas de la empresa Thompson Ramco Argentina, lo que potenció su producción y la asentó en el mercado del original. Después de un mal paso en los 90, en 2002 Basso se recuperó y adquirió la fábrica de válvulas Manley, en Estados Unidos.

Dow, en otro rubro, no encontró compañía que pueda hacerse cargo de su operación en el ámbito local, pero instrumentó una salida ordenada y con los pagos al día.  

El caso Mahle también deja al descubierto que las intervenciones estatales para tratar de remendar o reorientar estos procesos muchas veces no logran el resultado esperado. ras una infértil inversión estatal, las compañías que reemplazan a las multinacionales no llegan a sostener el negocio por falta de espalda y se quedan a mitad de camino. 

Un ejemplo paradigmático en ese sentido es el de la fábrica de llantas alemana Mefro Wheels, que funcionaba en una planta de Ovidio Lagos al 4400. En 2017 la multinacional anunció su cierre, y pocos meses después, la pyme autopartista oriunda de Villa Gobernador Gálvez, Cirubon, anunció la reapertura de la fábrica.

La alegría duró poco: en marzo de 2018 Ricardo Cicarelli, el titular, rescindió el contrato para operar la planta sin haber vendido una sola llanta. 

 

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