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Política

Faltan siete días

Las fichas que juegan Milei, Bullrich y Massa, en la recta final

Las fichas que juegan Milei, Bullrich y Massa, en la recta final
Facundo Borrego

Las presidenciales del próximo domingo marcarán un cambio en el orden político y económico inédito para el país. 

Las elecciones presidenciales de 2023 marcarán un cambio en el orden político y económico del país, quizás inédito desde el retorno de la democracia. En otros momentos de la historia contemporánea argentina se llegó a modificar el chip de la política, por ejemplo tras la crisis de 2001, pero tras las Paso todo parece indicar que se impondrá un giro en la lógica y en los vínculos que establece el ciudadano con el Estado. De hecho, la grieta, que fue el motor de la política nacional durante los últimos quince años, se terminó de agotar tal como se conocía y su destino es incierto, dando paso a un escenario nuevo y de imprevisible alcance.  

Lo que viene, gane quien gane, valga la aclaración, establecerá una nueva categoría producto del agotamiento de la sociedad frente a una serie de cuestiones vinculadas a la clase gobernante, sean los políticos o el propio funcionamiento del Estado. Los candidatos con más posibilidades de acceder a la presidencia tienen en claro estos preconceptos y adecuaron en este sentido su campaña hacia las generales. Todos coinciden en un cambio, no sólo en lo económico y burocrático, sino en cuestiones sociales y culturales, aunque el tenor del mismo es lo que los diferencia entre sí. Javier Milei habla de motosierra, Patricia Bullrich de palos y Sergio Massa de bisturí.  

El ministro/candidato esquiva balas

Massa está en una situación curiosa: es el candidato del oficialismo siendo ministro de una economía que tiene 140% de inflación, una brecha cambiaria enorme y una caída del poder adquisitivo bestial. Lo destacable es que en el primer debate no pudieron arrinconarlo con el tema económico y su campaña, claramente, fue de menor a mayor. Desde que aceleró su performance con constantes anuncios para la mejora directa al bolsillo como la quita de Ganancias, bonos y refuerzos en ingresos, parece ser más un jefe de Estado que un ministro o candidato. El desgaste del presidente Alberto Fernández, quien parece ajustarse a una posición meramente protocolar e institucional, y el silencio deliberado de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, alimentan la figura electoral de Massa.

De hecho, es precisamente lo que busca el candidato: mostrar su capacidad y marcar que desde diciembre todo será nuevo si logra manejar la Casa Rosada. Por eso grafica su llegada al Gobierno como una inmolación: de la tranquilidad de la presidencia de la Cámara de Diputados a “agarrar el fierro caliente de la economía cuando todos se escondían y el país iba a una debacle económica e institucional peor que la del 2001”. 

En la primera etapa de la campaña, Massa tuvo que equilibrar internamente sus posicionamientos y adaptarse en parte al kirchnerismo más duro que lo mira con recelo. Sin embargo, una vez superadas las Paso y con un claro mensaje de las urnas sobre la mesa, el tigrense pudo soltarse hacia conceptos más duros o que no comulgan con el diccionario de cierto progresismo. La pregunta es qué tan dispuesto está para tocar la tecla reset del sistema político y económico si eventualmente se convierte en presidente. Actualmente conoce todas las entrañas y resortes del Estado, lo que le da racionalidad y moderación ante una eventual reforma profunda. 

¿Qué es lo que vende? En un año en el que las variables económicas se arrastraron producto de la sequía y el préstamo del FMI de u$s 45 mil millones que pidió Mauricio Macri, logró que el país no explotara por el aire. Esa pericia promete usarla en un contexto que a partir de 2024 será promisorio, con un repunte extraordinario producto de los dólares de Vaca Muerta, un campo sin sequía y la ansiada soberanía energética que no hará sangrar el Banco Central.  

En conclusión, propone esperanza a partir de un gobierno amplio y nuevo. “Quiero una Argentina con un gobierno de unidad nacional. Por eso, a la urna no vayas con bronca ni con odio, andá con esperanza”, sugiere.  

Milei y su motosierra

De esa forma, Massa polariza con Milei, ganador de las Paso, quien sorprendió a todas las encuestadoras y dio el impulso para el nuevo orden que se menciona en el principio de la nota. En el momento exacto, el economista libertario usufructuó el desánimo por las disfuncionalidades económicas y políticas del actual modelo y las convirtió en combustible de los más cansados. Apuntó contra la “casta”, lo que significó todo un acierto frente a una sociedad hastiada de la política tradicional. 

Con formas extremas, algo de demencia sugerida y una despojada incorrección política, conectó en todo el país, de manera transversal y en todos los segmentos socioeconómicos. No sólo lo hizo con aquel que pregona el individualismo financiero sino con el que no ve futuro alguno con estas reglas y prefiere una oferta caótica antes que el desamparo actual de la clase política. Milei es el joven liberal autónomo, el empresario cansado de cepos o el negacionista y antiprogre, pero también el trabajador de Rappi o el que se gana el dinero día a día en la economía informal, para quien el Estado es un limitante, no un facilitador.  

Milei tiene un marco teórico extremadamente liberal y se lo ofrece también para los que no tienen ni quieren marco teórico alguno, pero saben algo: no quieren más las cosas como están y están dispuestos a que eclosione todo, total, ¿qué peor podría estar? Claro que el libertario empezó a moderar un poco su discurso y a pelear con el pánico escénico tras chocar con las posibilidades reales de gobernar. Requiere de un equipo pero, según su discurso, no podría alimentarse de la casta. Sin embargo, lo hace solapadamente. Esa carencia de estructura es una debilidad que cuestiona gran parte del establishment local y nacional. La falta de capacidad de gestión, sumado a las dudas acerca de las propuestas, le ganan al deseo de una economía más abierta y menos regulada. 

Bullrich, el orden, cueste lo que cueste

Mientras Milei busca dinamitar el sistema, Patricia Bullrich promete cirugía con cambios profundos, sin anestesia ni consenso si es necesario, al menos en las cuestiones económicas. Reparte en sus spot un determinante “ahora o nunca”, pero naufraga en el cómo, ya que no fue sólida al defender su plan durante la campaña. “Ordenar, no destruir”, rezaba en su primera etapa de la campaña cuando buscaba antagonizar con Milei. 

Luego viró a otra estrategia: meter mano de nuevo a la grieta, algo que parecía enterrado, y volvió a cantar el hit recontra gastado del antikirchnerismo como el culpable de todos los males. En ese punto buscó arrastrar a Massa. La idea de Bullrich es pelearle el lugar en el ballotage al ministro, que es el que ahora entraría en la final contra el libertario. Al atacar al candidato de Unión por la Patria se propone comerle el voto antiperonista al libertario, idea que completa desnudando la inviabilidad de las propuestas económicas del paleolibertario. En este sentido, no es menor el ingreso de Carlos Melconián como asesor de la candidata de Juntos por el Cambio. 

Encuestas y paridad 

El escenario tras las Paso indicó paridad y hasta fue leído como un empate técnico por una diferencia mínima entre las principales fuerzas políticas. Lo simbólico del batacazo entronizó a Milei y le dio empuje. En primer lugar quedó La Libertad Avanza, con 29,86% de los votos; el segundo fue para Juntos por el Cambio (JxC), con 28%; y tercero se ubicó Unión por la Patria (UP), con 27,28%. 

Lejos quedó el gobernador cordobés Juan Schiaretti, con un discurso federal que busca recorrer la nunca encauzada avenida del medio. “Los candidatos de la grieta ya fracasaron; ofrezco mi experiencia”, dijo en el cierre del debate realizado en Santiago del Estero. También suma a la general la candidata del Frente de Izquierda y de Trabajadores (FIT), Myriam Bregman, con un clásico discurso trotskista de gran performance en el debate. “Más allá de las frases hechas, ninguno de los candidatos puede ocultar que es cómplice del poder económico”, advirtió.

La mayoría de los sondeos de los equipos de campaña indicaron un crecimiento moderado de Milei, que podría acercarse en las generales al 33% o 34%, y de Massa, quien rondaría los 31% o 32%. También reflejan un estancamiento de Bullrich, quien quedaría fuera del ballotage con unos 25 puntos y detrás del ministro de Economía. A menos que la última  disparada del dólar por encima de los $ 1.000 termine lastimando las posibilidades del oficialismo, un mano a mano de balotaje parece inevitable.

 

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