El tortuoso camino para cicatrizar heridas en el peronismo 

Aunque existe un trecho largo y profundo para llegar a 2027, el peronismo santafesino ya comenzó a mover su estructura partidaria pensando en ese horizonte futuro. La intención es tomarse el tiempo necesario para resolver las disidencias internas y no repetir errores que le resten chances en el próximo turno electoral.  

El PJ cierra el año intentando cicatrizar heridas. La derrota del 26 de octubre obligó a la dirigencia a iniciar un camino de autocrítica que nadie sabe cómo y cuándo concluirá. Las diferencias en el armado de las estrategias electorales desarrolladas durante este año quedaron al descubierto en el primer encuentro realizado por el partido tras la elección legislativa. 

El Consejo Ejecutivo se reunió la semana pasada para analizar la coyuntura nacional y santafesina, pero también para elaborar un análisis de lo sucedido en los comicios legislativos en los que se impuso con holgura el oficialismo nacional. 

En ese cónclave asomó el bosquejo de una alianza que, hasta hace algún tiempo, podía resultar impensada. El Movimiento Evita, el perottismo, La Cámpora y el sector que conduce Marcelo Lewandowski parecen tener objetivos comunes y quedaron plantados en una misma vereda. Al menos para la primera etapa de un proceso que busca el reordenamiento interno.  

Ese grupo, con componentes ideológicos dispares, confronta con la conducción que está en manos de los senadores –con el presidente partidario Guillermo Cornaglia y el legislador Armando Traferri al frente– y de Agustín Rossi. Esa sociedad maneja hoy el sello partidario. Dicho de otro modo: tiene la lapicera para disponer qué candidaturas son respaldas y cuáles deben bajarse. Esa discrecionalidad es la que cuestionan las tribus que insisten con una apertura en la toma de decisiones. 

Hay un punto en el que existe acuerdo pleno: todos saben que sin una unidad plena, ancha y abarcativa, las chances electorales del peronismo se reducen inevitablemente. Esa conclusión compartida podría llevar a reeditar aquella idea de “La unidad en la diversidad”, una estrategia que llevó a todos los sectores internos a cerrar los ojos y a barrer diferencias debajo de la alfombra para acompañar la candidatura a gobernador de Omar Perotti en 2019, fórmula que se reveló exitosa en las urnas y que permitió al peronismo quebrar doce años de administraciones socialistas. 

En el PJ saben que sin la suma de todas las partes es imposible luchar con el oficialismo provincial y con una fuerza como La Libertad Avanza que este año se dió el lujo de apostar a su sello y ganó. Una buena parte del electorado santafesino acompañó la oferta electoral libertaria sin conocer siquiera quiénes eran sus candidatos. La política tiene modos que ya no son los de antaño.

Contra esos fantasmas pelea el PJ. Las diferencias internas no harían más que abonar el camino de una nueva derrota. Con todo, en el peronismo creen ver que los comicios de octubre dejaron un elemento que podría resultar favorable. Aun con la derrota, la elección abrió un escenario propicio para la división del electorado en tercios. Con una propuesta sólida y todos los espacios traccionando por un mismo candidato, los más optimistas dentro del justicialismo proyectan que podrían dar pelea contra Unidos y contra los libertarios en 2027. 

Con esa zanahoria en el horizonte, el Evita, el perottismo, La Cámpora y Lewandowski proponen que se vaya hacia un sistema que contenga a todos. Una alternativa que ya empieza a explorarse dentro de ese bloque es la de dividir el poder de la lapicera. ¿De qué manera? Definiendo en cada espacio a un apoderado que pueda avalar a los futuros candidatos. Así, estiman quienes impulsan esa idea, cualquier lista deberá ser el resultado de un consenso amplio. 

Otra de las alternativas es, en caso de que no existan elecciones primarias, hacer una interna partidaria. Es lo que viene impulsando desde hace tiempo el perottismo. Después del último encuentro, y a través de un comunicado, ese espacio dejó en claro que no es tiempo de discutir sobre listas o nombres propios, pero sí de poner en debate “una estrategia política que se construyó sin participación real y que terminó debilitando al peronismo”. 

El rossismo y los senadores no se opusieron a explorar modificaciones en la forma de tomar decisiones, pero está claro que no cederán su poder fácilmente. De hecho, y a pesar de la derrota en octubre, reivindicaron lo actuado en el último turno electoral. Hasta concluyeron que los resultados fueron más que aceptables. 

En ese tira y afloje, todos aceptaron que el peronismo debe seguir expandiendo su política de alianzas. El dato apunta, claro, a una aprobación interna de los diferentes espacios frente a la decisión de sumar a Ciudad Futura. 

Hay, sin embargo, miradas críticas sobre los manejos de esa fuerza y también respecto de las prerrogativas que se le otorgaron cuando sus dirigentes fueron buscados como una especie de salvación ante la endeblez de sus candidaturas –lo que llevó a ofrecer el primer lugar para la Constituyente a Juan Monteverde– o por las diferencias internas que impedían avanzar en un acuerdo, un nudo que terminó desatándose en agosto con la variante de Caren Tepp.  

Desde algunas tribus como la de Lewandowski o el Movimiento Evita cuestionan la apetencia de Ciudad Futura para quedarse con los primeros lugares o la insistencia para apoderarse de la conducción en el manejo de las campañas.

En el encuentro que tuvo el peronismo días pasados se aprobó la idea de ensanchar el frente con otros partidos, pero muchos dejaron en claro que no quieren repetir la experiencia de dejar las decisiones más calientes en manos de extrapartidarios.  

En ese contrapunto entre quienes tienen la lapicera y los que resisten ese poder los intendentes nucleados en Vamos quedaron a mitad de camino. Reclaman renovación, pero no terminan de romper con la conducción actual. Se verá, con el paso del tiempo, dónde terminan por recostarse si es que no alumbra un acuerdo que contenga a todos.

Respecto de los intendentes peronistas de Santa Fe que se alejaron del partido, en el perottismo sugirió el pedido para que se los sume, aun cuando en octubre jugaron en favor de Provincias Unidas. Por caso, Roly Santacroce, alcalde de Funes. Ese grupo apostó por un triunfo del espacio federal que en la provincia encabeza Maximiliano Pullaro y que llevaba como candidata a Gisela Scaglia para empoderarse y asaltar, derrota del PJ mediante, la conducción del partido. La maniobra les salió mal por el lejano tercer lugar que ocupó el nuevo frente. Ahora podrían volver, pero por una puerta lateral. Serían recibidos. Todos los votos cuentan.  

El debate sobre las estrategias futuras continuará, quizás en febrero, en un nuevo encuentro del Consejo Ejecutivo. Durante el primer cuatrimestre la idea es convocar a un Congreso partidario. 

El último, en diciembre de 2024, terminó en escándalo: muchos congresales abandonaron la reunión virtual en medio de denuncias por irregularidades en el armado del cónclave. Eduardo Toniolli, incluso, renunció a la vicepresidencia. En el PJ esperan que esta vez reine la concordia. Otro final no hará más que ponerle piedras en el camino a la ilusión de rearmar una fuerza electoral poderosa.