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Política

Una semana caliente

Crónica de una caída anunciada en medio de internas políticas y corridas cambiarias

Crónica de una caída anunciada en medio de internas políticas y corridas cambiarias
Guillermo Zysman

Alberto Fernández se bajó de una carrera imposible. Acorralado por la inflación y la suba del dólar cedió ante la presión del kirchnerismo y Massa. En Santa Fe se agotan los tiempos, se formalizan lanzamientos y se acaban los enigmas. 

Apelando a cierta épica narrativa, Alberto Fernández anunció el viernes su “decisión”: declinar de competir por un segundo mandato presidencial consecutivo como lo habilita la Constitución. En los hechos, el presidente formalizó lo que era un secreto a voces, por su escasísimo capital político y electoral. Sólo restaba definir el momento para comunicar el “renunciamiento histórico”.

Lo hizo horas antes de que se reuniera un órgano clave del Partido Justicialista que iba a empezar a definir la estrategia electoral para 2023. Una cumbre donde el kirchnerismo y sus aliados ya anticipaban una fortísima presión para bajar la aspiración reeleccionista del jefe de Estado que hasta el “albertismo” puro sabía de su imposible concreción.

En su mensaje audiovisual subido a redes sociales, Fernández fundamentó su decisión de no competir por otros cuatro años en la Casa Rosada en la necesidad de “concentrarse en resolver los problemas de los argentinos”. Y enumeró los condicionantes que atravesó su gestión desde diciembre de 2019: la “herencia recibida” en materia económica, la pandemia, la guerra entre Rusia y Ucrania, y la sequía.

Nada nuevo bajo el sol. Todas situaciones que ya existían hace meses en el escenario político y económico. Y que pese al fuego amigo dentro del Frente de Todos, el presidente parecía obviar cuando confirmaba que iba a participar de las primarias de agosto como candidato natural.

La realidad iba a contramano del relato presidencial. Acorralado por la aceleración inflacionaria, la corrida cambiaria de la semana, sin respaldo popular ni poder propio, Fernández tuvo que adelantar su definición ante la embestida sin tregua de sus propios aliados.

Los tiempos se precipitaron desde comienzos de semana. La suba del dólar blue y de los financieros fue el corolario de la alta inflación de marzo que difundió el Indec el viernes y en especial por el operativo desgaste de Sergio Massa. El ministro de Economía había quedado en off side ante la difusión del plan alternativo para frenar la suba descontrolada de precios que había instalado el ahora exasesor presidencial Antonio Aracre.

La crisis política en el Frente de Todos parecía estallar, poniendo en juego la gobernabilidad hasta el 10 de diciembre. Massa forzó una reunión ultimátum con el presidente para transmitirle lo que su esposa Malena Galmarini había amplificado en un tweet que primero retuiteó y luego borró: si él dejaba la conducción del Palacio de Hacienda era al mismo tiempo el fin de su mandato. El Frente Renovador y Cristina Kirchner estaban dispuestos a vaciar de poder de manera definitiva al ex jefe de Gabinete de Néstor.

Entre las condiciones que Massa llevó a Olivos estaba el renunciamiento explícito e inmediato de Fernández a competir por la reelección. El ministro de Economía y la vicepresidenta saben de la enorme pérdida de competitividad del Frente de Todos que marcan la mayoría de las encuestas, pero además están convencidos que sostener como candidato al impopular presidente los condena a quedar fuera de un eventual ballotage entre el vencedor de la interna de Juntos por el Cambio y el ascendente Javier Milei.

Un día después de la foto en la que se mostró sonriente con Massa, Fernández cumplió su parte y bajó su candidatura. El discurso de despedida incluyó un reconocimiento que dinamita las chances del espacio para octubre (“Está claro que no logramos todo lo que nos propusimos”) y ofrece como principal motivación los efectos de una sequía más anunciada que la renovación del contrato de Lionel Scaloni en la Selección (“Hoy la sequía nos pone en alerta roja, nos obliga a rediseñar nuestros objetivos y a dedicarnos exclusivamente a este nuevo desafío”).

Y lanzó además un abierto desafío para la conducción de Cristina al exigir: “Para ser mejores, debemos democratizar nuestro espacio”. Un sugestivo reclamo de horizontalidad y debate, que no hubo hace cuatro años cuando la vicepresidenta lo ungió como su candidato a través de Twitter.

Vaciado de poder y jaqueado por una economía en picada, Fernández le puso fin a una utopía que sólo buscaba sostenerlo con algo de capacidad de mando hasta el crucial agosto. Más allá de la retórica, al igual que Macri se bajó por la falta de apoyo popular y por el final de una era.

Mientras tanto, en Santa Fe los tiempos corren más rápido. A sólo tres semanas del cierre de listas, los márgenes de especulación se reducen al mínimo y asoman las primeras confirmaciones de candidaturas y quedan pocos enigmas por develarse.

El Frente de frentes opositor se presentará en sociedad el martes 25 en Cayastá como “Unidos para Cambiar Santa Fe”. Una denominación que demandó meses de negociaciones entre los 10 partidos que integran la alianza antiperonista santafesina. Con ese antecedente son pocos los que se animan a arriesgar el tiempo que insumirá acordar una propuesta de gobierno en caso de ganar los comicios de septiembre.

Maximiliano Pullaro picó en punta en el espacio y se lanzó desde Esperanza con un discurso productivista y fuerte arraigo santafesino. Un misil elíptico para Carolina Losada por su domicilio porteño. El socialismo ya no disimula que Clara García será su candidata a la gobernación y que Enrique Estévez irá por la Intendencia. Y Losada está cada vez más cerca de lanzarse a gobernadora junto al diputado nacional del PRO, Federico Angelini. De ser así, Pablo Javkin confirmará su búsqueda por la reelección.

En el peronismo también abundan los candidatos: Roberto Mirabella se lanzó con el apoyo de Perotti, están en carrera el camporista Marcos Cleri y el rossista Leandro Busatto. Marcelo Lewandowski analiza con su mesa chica si va por la gobernación con el apoyo del PJ nacional para enfrentar al candidato de Perotti o se lanza a la Intendencia, una aspiración menor que ahora no descarta en la intimidad.

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