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Política

Una semana caliente

Calor e inflación acorralan al poder y agitan viejos fantasmas

Calor e inflación acorralan al poder y agitan viejos fantasmas
Guillermo Zysman

La presión por la saga de crímenes bajó un cambio, pero sigue latente. Cortes de luz y de agua más el alza del costo de vida ponen a los gobiernos ante las cuerdas. Con bajo perfil atento a las circunstancias, siguen los armados electorales.  

La fuga de película que planeaba el narco Esteban Líndor Alvarado desde la cárcel de Ezeiza y que logró frustrarse por el aporte de un “soplón” le dio aire al poder y evitó que se colocara nuevamente a Santa Fe ante los ojos de país y de los portales del mundo. Presidente, gobernador e intendente respiraron aliviados, sin margen para festejar, cuando la operación se dio por abortada tras una falla en el helicóptero que iba a intentar rescatar al líder narco del penal bonaerense. Se abrió así una semana donde la violencia letal le dio apenas un leve respiro a la política en los últimos días.

La saga de crímenes impactantes se redujo. Hubo asesinatos, con el promedio sostenido de casi un homicidio por día, pero sin la espectacularidad de acontecimientos anteriores que colocaron a Rosario bajo la mirada del país entero.

La semana estuvo atravesada entonces por variables que la política conoce y cree manejar: la economía y las contingencias meteorológicas. Pero la paciencia del grueso de la sociedad está al límite y la menor chispa puede disparar un incendio de magnitudes.

La suba de precios descontrolada, más la ola de calor y los cortes en el suministro de luz y agua pusieron a la política nuevamente a la defensiva, con la necesidad de dar respuestas urgentes a las demandas más inmediatas. Y obligó a seguir demorando definiciones de candidaturas, alianzas y rosca en un año signado por el calendario electoral.

El poder percibe un hartazgo social y un clima antipolítica como no se daba desde la crisis institucional y la debacle económica del 2001, que se llevó puesta a la Convertibilidad. Aquel estallido tuvo además una fuerte crisis de representatividad donde las mayorías quedaron excluidas de la contención democrática.

Calor e inflación acorralan al poder y agitan viejos fantasmas

En ese contexto emergió el kirchnerismo en 2003 con una fuerte centralidad en el sistema. Y luego el PRO y Cambiemos como coalición opositora capaz de aglutinar a la oposición anti K desde el centro derecha. La polarización bipartidista garantizó así durante años la canalización institucional de los conflictos. Aunque hubo momentos de empate hegemónico y problemas de gestión, nunca llegó a estar en riesgo la gobernabilidad.

Hasta ahora. Entre la crispación social, la grave crisis económica y el avance de figuras que se presentan antisistema como Javier Milei, la política se siente como nunca acorralada. En ese escenario, las definiciones de candidaturas y alianzas se demoran. Los que están en gestión aprovechan para acelerar obras, licitaciones y lo que se puede inaugurar. Y los que tienen que resolver si dan el salto a una competencia feroz miran las encuestas y el humor social a diario antes de lanzarse al vacío.

Los piquetes en pleno centro de Rosario que hubo días atrás, de familias de clase media cansadas de estar días enteros sin luz con térmicas por encima de los 40 grados interpelaron fuerte al poder. Tanto como el avance de los precios a un ritmo de tres dígitos interanual que socava el poder adquisitivo de las clases medias y en especial de sectores vulnerables.

Empezó a asomar así, como hacía tiempo no ocurría el fantasma del desborde, de gente en la calle reclamando que no le alcanza la plata para comer ante la suba de precios y los servicios básicos como la luz y el agua cortados. 

El poder quedó confundido y sin capacidad de dar respuestas. Con menos margen para consignas épicas como las de principios de siglo cuando el Estado recuperaba centralidad o una década y media más tarde cuando el macrismo instaló la idea de sumar al privado y al mercado para potenciar al sector público.

Cada vez más distanciado del presidente Alberto Fernández, el gobernador Omar Perotti concentró sus gestiones ante la Casa Rosada en el Ministerio de Economía. Tuvo su foto con el ministro Sergio Massa, a quien en su momento apoyó como reemplazo de la efímera Silvina Batakis, y le pidió por fondos atrasados para la Caja de Jubilaciones y transferencias para obras. La idea del rafaelino es acelerar los cortes de cinta de acá al 16 de julio, fecha de las primarias, aunque la inflación y la redeterminación de los contratos meten ruido y demoras a los trabajos.

Perotti tiene decidido encabezar la lista de diputados provinciales del oficialismo para quedarse con 28 de las 50 bancas en juego cada cuatro años y presidir la Cámara baja provincial como lo hicieron sus antecesores Antonio Bonfatti y Miguel Lifschitz. Su candidato a gobernador es casi un hecho que será Roberto Mirabella en fórmula posible con la ministra de Salud, Sonia Martorano.

Dentro del peronismo santafesino, Marcelo Lewandowski esta semana salió del ostracismo electoral para presentar un libro sobre Rosario. Una primera puesta en escena para avisar que está en carrera por la gobernación o bien la Intendencia. Depende del aval explícito de Cristina Kirchner y de las figuras de peso del Frente de Todos. Aunque se lo nota más cerca de salir a la cancha que de quedarse en la cabina donde comentó fútbol durante años, aunque le queden cuatro años más como senador nacional.

Enfrente Carolina Losada sigue analizando si da el gran salto y compite por la Casa Gris o se queda como vicepresidenta del Senado. La periodista está cada vez más cerca de un acuerdo con el intendente Pablo Javkin: si se lanza, el jefe comunal se bajaría de la competencia provincial y buscaría la reelección en Rosario; si declina, apoyará al líder de Creo para el sillón del Brigadier López dentro del Frente de Frentes.

Sólo la ambición de poder, clave para entender la política, explica por qué tantos jugadores de peso siguen en la cancha a menos de dos meses del cierre de listas. Una compulsa donde hay mucho por perder, en tiempos de hartazgo social, inseguridad al palo, precios por las nubes y servicios colapsados. Un cóctel demasiado pesado, capaz de acorralar al poder y agitar los peores fantasmas.

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