Se quedó sin trabajo y apostó al negocio de las prendas con filtros UV

Aunque es una frase por demás trillada, para Agustina Marenghini “la crisis fue una oportunidad”. En 2016 se quedó sin trabajo y empezó a explotar su veta de diseñadora gráfica en un emprendimiento personal. Se compró una máquina para sublimar y arrancó con una línea de mallas para mujeres. No sentía que fuera su mejor versión ni que tampoco estuviera sacándole jugo a sus potencialidades. Lo pensó un poco más y así nació Kōyō, un negocio de indumentaria infantil poco convencional para el momento. 

“Cuando arranqué con Kōyō no era muy común que se trabajara con lycra con filtro UV (el equivalente a un protector factor 50). Hoy está más instalado y vas a cualquier playa y todos los niños y niñas tienen puestas las camisetas. No estaba explotado y dije ‘este es un re producto’”, confió Agustina a Punto biz. Todos los diseños son propios y la marca ancla en lo técnico y funcional. La oferta de Kōyō incluye una línea de verano con remeras, shorts, gorros y enteritos con filtro UV, mochilas, capuchas polar soft y pilotines impermeables. “Siempre estamos pensando en productos que sean innovadores en cuanto a diseño y funcionalidad”, sostuvo. 

Las ventas se mueven principalmente por la web y redes sociales y hace tres veranos que alquila un espacio en una galería de Mar de las Pampas donde se planta con sus productos para visibilizar la marca, aprovechando lo estratégico de la plaza. Agustina no camina sola y hay todo un equipo de mujeres que trabajan en red para hacer crecer a Kōyō. Aunque sobrevuela la idea de montar un local propio, siente que todavía no es el momento y que hay otras prioridades como estar al pendiente de cómo se confecciona la ropa o qué precios se está pagando a la gente por el trabajo de costura. 

“Somos orgullosamente una industria rosarina y hacemos todo acá. Arranqué con la marca sola, hice cursos de moldería textil, y hoy ya somos un equipo de cinco personas que estamos a cargo de diferentes áreas. Logramos armar una verdadera red de trabajo”, explicó la joven emprendedora. La presencia en ferias también potenció mucho el despegue de Kōyō y hasta baraja la posibilidad de participar en un proyecto colaborativo para tener presencia en alguna galería céntrica. Como todavía no hay nada seguro, se alimentan del canal digital para llegar con su prendas a todo el país. 

Diseñar estampas para niños, divertidas y con muchos colores es la pasión de Agustina. Pero también vender un producto original. El camino fue el del emprendedurismo puro: prueba y error, y seguir adelante con lo que podía ser un artículo diferencial y que mantuviera el negocio a flote. Ya pasaron cuatro años desde que puso primera y todo está concatenado: Kōyō es una palabra japonesa que se relaciona con un “momento”, cuando los árboles cambian de color en otoño, la transformación. Así se sintió al quedarse sin trabajo y lo trasladó a su proyecto personal.