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Agro

Desafío para el sector

La biotecnología en Argentina y un techo difícil de correr

Patricio Dobal

Se multiplican los casos de empresas que deciden migrar procesos en busca de mejor acceso a insumos y financiamiento. Un modelo que se resquebraja.

Si bien Argentina, la zona núcleo en particular y especialmente el Gran Rosario es promovido por estados y privados como un sitio con amplias oportunidades para el desarrollo de la biotecnología a nivel global, la situación macroeconómica parece penalizar la consolidación del modelo. Aunque hay consenso entre los referentes que distinguen a la región por el nivel académico de los profesionales y el bajo costo que significa costear un plantel de especialistas, hay empresas que están decidiendo migrar algunas de sus plataformas al hemisferio norte. La dinámica está promovida por una serie de factores: la disponibilidad y el costo de insumos, el acceso a financiamiento público y privado que en los últimos meses se desinfló en Argentina y la necesidad de avanzar más rápido en las fases de investigación de ciertos eventos biotech donde la competencia global es feroz.

Hace apenas una semana Punto biz daba cuenta de la decisión de la startup rosarina Bioheuris, dedicada al mejoramiento de semillas por edición génica. La firma decidió mudar del país la plataforma a Heurik, que es ni más ni menos que la primera etapa de las investigaciones que vienen realizando, la base teórica que permite identificar qué mutaciones deben hacer luego vía edición génica y probarse en Argentina. “Dicha primera fase debe hacerse en tiempo récord para luego avanzar en los ensayos en invernadero donde ahí tenemos que respetar las etapas de crecimiento lógico de un vegetal. Ahí entra en juego el personal y el equipamiento que tenemos en Rosario”, mencionó Lucas Lieber, biotecnólogo y cofundador de Bioheuris.

La relocalización de la plataforma de investigación en Saint Louis, Missouri, donde Bioheuris tiene un laboratorio, no fue vista por los titulares de la compañía como una derrota. Más bien, identificaron el movimiento como un hito de la organización capaz de dar un salto fundamental para incrementar la velocidad de sus movimientos en un mercado semillero que cada vez es más exigente en términos del mejoramiento genético.

Ahora bien, el caso Bioheuris esconde una realidad que se profundizó en los últimos meses. El desarrollo de la biotecnología argentina tiene límites y necesita atravesar algunas barreras para crecer.

Los límites

“Yo no veo que haya un problema en sí mismo en el hecho de que una empresa argentina vaya a hacer parte de su proceso de investigación a los Estados Unidos. Hablamos de una etapa diferente del proceso de producción, y a su vez es una etapa diferente del proceso de adopción de las tecnologías. El desarrollo científico está globalizado y en ese marco quizás el actor local encuentre recursos humanos más capacitados  e infraestructura tecnológica más simple”, reflexiona Gustavo Abratti, biotecnólogo especializado en asuntos regulatorios.

Para graficar el asunto, Abratti expone una situación que es habitual entre los investigadores nacionales. “De mi época de becario de Conicet lo que recuerdo es que si necesitabas algún reactivo específico tenías que pedirlo luego de repasar un catálogo en la web y el insumo estaba en el país recién 20 días después. Eso entiendo que sigue ocurriendo. En cambio, los proveedores en Estados Unidos directamente instalaban en un pasillo de la universidad o del laboratorio un freezer donde almacenaban reactivos específicos. Como si fuese una expendedora de gaseosa, los científicos e investigadores con un código podían retirar un reactivo y el mismo sistema luego facturaba por el material empelado a fin de mes al instituto”, ejemplificó. Esa lógica se mantiene hoy.

La disponibilidad de insumos fundamentales para algunos procedimientos en laboratorio constituye un problema central, agrega tiempo y costos muy superiores a otras regiones del planeta. "El último año, sobre todo, la imposibilidad de importar insumos paralizó operaciones en el país. Había insumos que no ingresaban siquiera pagándolos al dólar MEP, o al CCL. Hay compras que desde octubre no se pueden realizar”, expone Fernando López, al frente del Sistema de Aceleración Biotecnológico Empresarial para Rosario y su Región (Saberr), unaa SRL que hace las veces de incubadora de nuevos proyectos biotecnológicos, operando con startups que la eligen para que haga un seguimiento de los proyectos ayudando a orientar el ritmo de las investigaciones. Saberr opera también en España, a través de una filial que se denomina Biotecnológicas Latinoamericanas Unidas SL (BLU).

Pero la cosa no queda allí. Todo el portfolio de insumos -en la nómina están incluidos básicos como una notebook- son más caros en Argentina y las diferencias en precio con el exterior se acentuaron. “Si bien en Argentina los recursos humanos son más baratos, todo el equipamiento es más costoso, si a eso le sumás el tiempo de espera para ingresar un insumos importado, el proyecto biotecnológico se ralentiza”, indicó López. “Argentina en el pasado estaba 2 a 1 en precio de equipamiento tecnológico respecto de los Estados Unidos, en los últimos 4 años esa equivalencia pasó a estar 4 a 1 y ahora directamente hay precios que quedaron 10 a 1. No hay esquema operativo que pueda operar bien con un programa de costos 10 veces más caro si solo nos referimos a la electrónica o al equipamiento de laboratorio”, sumó.

Conformarse con poco

“Nos hemos acostumbrado a administrar la escasez en lugar de ir por la solución del problema de fondo. Las multinacionales vinculados al agro que hacen investigación y desarrollo arman un proyecto, lo discuten y evalúan si realmente hay una posibilidad de recuperar o no la inversión. Si el cálculo es cero o da negativo, el proyecto en cuestión no avanza. En Argentina en lo académico en muchas ocasiones se sostienen proyectos que no son sustentables desde lo estrictamente económico y por eso no terminan saliendo del laboratorio”, sintetizó Abratti.

“Si bien hay ejemplos virtuosos también uno se encuentra con mucho equipamiento ocioso en los laboratorios de Conicet. Materiales que fueron comprados en algún momento quizás no como parte de un proyecto, sino que justo el investigador logró un aporte no reembolsable, aprovechó para adquirir un aparato ante el riesgo de no poder adquirrilo en el futuro y a los tres meses se queda sin plata para comprar reactivos. Es posible analizar cuánto capital hay hundido en los institutos de investigación y se podría generar algún tipo de esquema para que los emprendedores en vez de comprar afuera elementos básicos, pudiesen emplear los que ya tiene el Conicet mediante algún sistema de alquiler. Como los institutos operan un régimen horario acotado hay horas en las que las herramientas están en desuso y tranquilamente podrían emplearse”, añadió.

Financiamiento, para atrás

Administrar la escasez también implica poder lidiar con herramientas de financiamiento para emprendedores biotech muy acotadas en Argentina. “Al margen de que los equipos luego se amortizan, sí adquirir herramientas es más costoso que afuera y el acceso al mercado para levantar financiamiento también es más lento y tedioso, estamos en un problema”, insiste el directivo de Saberr.

“En Argentina los tickets para una startup que sale a buscar inversores está entre los u$s200.000 y los u$s250.000, como mucho los u$s500.000. Yo vengo de Israel del Startup Nation y allí los tickets para respaldar una nueva idea no bajan de u$s1 M. En Estados Unidos o en España, cualquier ticket no baja de u$s2 M. Realmente es una dificultad enorme para una empresa que pretende avanzar con una idea disruptiva a nivel global no intentar inmediatamente internacionalizarse o en todo caso afianzar la realización de algún proceso fuera del país viendo cuando analiza la variable económica”, planteó López.

Un éxodo que tiene antecedentes

Las semilleras internacionales, pioneras en términos de mejoramiento genético llegaron a montar importantes inversiones para desarrollar en Argentina tareas científicas. Pero fueron también las que picaron en punta a la hora de transformar esquemas y centralizar el I+D frontera afuera, manteniendo en el nivel local ensayos a campo que en ocasiones están tercerizados. “En los protocolos de trabajo globales que tienen las semilleras en los países satélite como el nuestro quedan tareas que representan muy poco valor agregado”, postuló Abratti y pasó a citar un nuevo ejemplo: “Sobre una muestra de planta de maíz recolectada en Argentina, en el pasado en el laboratorio local se hacía la extracción de ADN, mediante el genotipado se comparaban todas las plantas y se determinaba cuál era la mejor de las mil que se habían testeado, de manera que se le daba la información directamente al breeder que estaba esperando por esos datos. Hoy en día se contrata a una persona poco calificada, en ocasiones un técnico agrario o con menos calificación aún, que con una somera instrucción, una  tijera y un sobre de papel adquiere la muestra en el lote, envía el material al laboratorio central que está en alguna parte de Estados Unidos o de China y a los tres días recibiste los datos”.

El desafío que enfrenta Argentina en un mercado bio cada vez más globalizado es el de consolidar un modelo que le permita ofrecer a los operadores privados una economía de escala que hoy encuentran en otros puntos del planeta. Para empezar, los expertos coinciden en generar un mejor clima de negocios y eficientizar el uso de la capacidad instalada que muchas veces termina siendo desaprovechada.
 

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