Crearon marca de gin en pandemia y hoy apuestan a duplicar producción 

Cuando irrumpió la pandemia, Agustín Pongolini (30) y Gonzalo Molinari (29) dejaron su vida de estudio y trabajo en Rosario para volver a su Rafaela natal y pasar la cuarentena en familia. En esos meses de encierro se les ocurrió una idea para superar el mal trago: salieron al ruedo con una marca propia de gin 100% artesanal. El negocio creció de tal manera que abandonaron sus trabajos de oficina para meterse de lleno en el emprendimiento de manera profesional. 

Después de dos años en los que lograron colocar el producto en vinerías, bares y boliches de todo el país buscan dar el salto, duplicar la producción y llevar la marca Gin Inmigrante al próximo nivel. Para eso se postularon a un aporte no reembolsable (ANR), un subsidio, que les permita ampliarse, producir el doble de cantidad de botellas del producto y hasta lanzar nuevos destilados.  

Agustín y Gonzalo son socios y amigos de toda la vida. Si bien nacieron y crecieron en Rafaela, estudiaron en la Cuna de la Bandera y por eso se sienten "rosarinos de alma". "Cuando volvimos a Rafaela por la cuarentena quisimos emprender algo que uniera nuestras actividades; yo administrador y el ingeniero. Fue así que empezamos a destilar gin, y lo tomamos como un desafío personal, queríamos tener un producto de calidad y artesanal", recordó Pongolini sobre los comienzos del proyecto. 

Reciclaron un viejo taller metalúrgico -propiedad del abuelo de uno de los emprendedores-, y lo convirtieron  en una destilería con todas las de la ley. La idea era sacar de ahí las primeras botellas, unas 300. "La receta la sacamos en 9 meses, fue el tiempo que nos llevó aprender la fórmula justa. Nos dimos cuenta que había un negocio. Importanos un alambique de 100 litros, con capacidad para 3000 botellas, y empezamos a crecer y cuando nos dimos cuenta teniamos un stock muy grande. Enseguida apostamos a creecer y  llegamos a Buenos Aires, Rosario y las principales ciudades de la región", apuntó el joven emprendedor.

De la mano del boom de los destilados y apertivos, los amigos notaron que el negocio iba en serio y fueron por más: invirtieron en una alambique de cobre importado, con capacidad para producir 40.000 botellas mensuales. Les fue tan bien que participamos de un torneo en Londres y se llevaron una medalla de plata que les dio fama e hizo que los llamen de otros lugares para distribuir la bebida. Ahora es tiempo de escalar el negoci, piensan. 

"Nos encontramos con Alan Plummer (Director de Competitividad Pyme del Ministerio de Desarrollo Productivo), le mostramos cómo fuimos creciendo, y la necesitad que teníamos de un crédito para exportar el producto, contratar más gente y hacerlo masivo. Hoy el préstamos está en revisión y confiamos en que va a salir", contó Pongolini, sobre la línea de financiamiento que es parte de un programa de  emprendimiento dinámicos del área Pyme de la Nación. 

Con los recursos, los emprendedores tienen pensado comprar una etiquetadora automática y una llenadora, para automatizar los procesos. La destilería tiene laboratorio, área de I+D, desarrollo de producto, pero "nunca vamos a dejar de ser artesanal". "Nuestro desafío está en estandarizar la producción pero priorizando la calidad del producto", apuntan.