Diciembre bajo presión: cómo el estrés afecta la salud cardiovascular

Diciembre suele llegar con una sensación conocida: la agenda se acelera, las obligaciones se multiplican y el descanso queda en segundo plano. A la sobrecarga laboral se le suman balances personales, compromisos sociales y cambios de hábitos que terminan configurando un escenario de estrés sostenido. Aunque muchas veces se naturaliza, ese estado de alerta permanente puede tener un impacto directo en la salud cardiovascular.

“En la práctica clínica observamos que, hacia fin de año, aumentan las consultas por síntomas vinculados al estrés”, señala el médico cardiólogo Juan Pablo Costabel (MN 119403), jefe de la Unidad Coronaria e Internación de ICBA Instituto Cardiovascular. Insomnio, palpitaciones, cefaleas tensionales, subas de presión arterial y agotamiento extremo son algunos de los motivos más frecuentes. “No se trata de un episodio aislado, sino del arrastre de meses de exigencia laboral, demandas familiares y objetivos no cumplidos”, explica.

El estrés, aclara el especialista, no es negativo en sí mismo. En situaciones puntuales, activa mecanismos de adaptación: acelera el ritmo cardíaco, eleva la presión y libera hormonas como la adrenalina y el cortisol para responder a un desafío. El problema aparece cuando ese estado se vuelve crónico. “En las últimas semanas del año, muchas personas no logran bajar la guardia. El cuerpo permanece exigido y el sistema cardiovascular trabaja más de lo necesario”, advierte Costabel.

Ese exceso hormonal sostenido puede provocar hipertensión, taquicardia, arritmias y favorecer procesos inflamatorios y de acumulación de colesterol en las arterias. Con el tiempo, aumenta el riesgo de angina de pecho y otras enfermedades cardiovasculares. Los más expuestos son quienes ya tienen factores de riesgo: hipertensión, diabetes, colesterol elevado, antecedentes cardíacos, obesidad o sedentarismo.

Burnout: cuando el cansancio se vuelve permanente

En ese contexto, el síndrome de burnout aparece como una de las caras más visibles del estrés crónico. El llamado “trabajador quemado” no solo sufre agotamiento físico y emocional, sino también desconexión afectiva, irritabilidad y una marcada pérdida de motivación. “Desde lo cardiovascular, el burnout genera una tormenta perfecta: presión elevada, mayor frecuencia cardíaca y cambios metabólicos que incrementan el riesgo de enfermedad coronaria”, describe el cardiólogo.

Las razones de su mayor incidencia a fin de año son múltiples: cierre de proyectos, jornadas extensas, menos horas de sueño, mayor consumo de alcohol y comidas pesadas, y una agenda social intensa. A eso se suman las tensiones emocionales propias de las Fiestas y los balances personales. “El corazón es sensible a lo biológico y también a lo emocional”, subraya Costabel.

El peligro de naturalizar las señales

Uno de los mayores riesgos es acostumbrarse al malestar. Dormir poco, comer mal o convivir con palpitaciones y dolores se vuelve rutina. “Muchas personas minimizan esas señales y consultan recién cuando los síntomas son intensos o persistentes”, advierte el especialista.

Claves para cuidar el corazón

Prevenir implica mirar la salud de forma integral. Escuchar al cuerpo ante síntomas como dolor en el pecho, falta de aire o mareos; ordenar prioridades y aceptar que no todo debe resolverse antes del 31 de diciembre; recuperar el descanso nocturno; moderar el consumo de alcohol y comidas pesadas; incorporar actividad física y reservar momentos de desconexión son medidas simples pero efectivas. Pedir ayuda médica o emocional también forma parte del cuidado.

“El corazón no solo bombea sangre: también traduce emociones. Sufre cuando el estrés se prolonga”, concluye Costabel. Por eso, hablar de estrés y burnout en diciembre no es solo una cuestión anímica: es, también, una cuestión de salud cardiovascular.