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Política

Panorama político

Pullaro zigzaguea con pragmatismo entre las balas del narco

Pullaro zigzaguea con pragmatismo entre las balas del narco
Mauro Aguilar

Como la necesidad tiene cara de hereje, el primer mandatario santafesino recurre a impensadas alianzas. 

Rosario, con su rasgo más brutal y sangriento, se ha convertido en un laboratorio a cielo abierto para la política argentina. El horror que siembran las bandas narcocriminales, capaces de paralizar a la ciudad con sus acciones, han reflotado un viejo debate. ¿Es posible que el Ejército se sume al patrullaje de las calles y a la persecución del delito? ¿No se estarían habilitando, con una medida semejante, la aparición de viejos fantasmas que alimentaron el fuego de la peor pesadilla que vivió el país? ¿Y la Ley de Seguridad Interior, con sus límites impuestos por el Estado democrático? 

La crisis que provocó la inseguridad en la tercera ciudad más poblada del país abrió la ventana para reinstalar el tema. Esta semana, algunas de las figuras centrales de la política argentina –Javier Milei, Patricia Bullrich, Maximiliano Pullaro, Martín Llaryora– aprobaron, con más énfasis o alguna dosis de moderación, la posibilidad de que las FF.AA. trabajen junto a policías, gendarmes o prefectos. 

El atajo que encuentran para propiciar la modificación de una ley que impide a los integrantes del Ejército patrullar, perseguir o detener personas en la vía pública, apunta a configurar los atentados ejecutados por bandas narcodelictivas como “acciones terroristas”.   

El presidente habló de impulsar una nueva ley que permita al Ejército realizar “acciones adicionales” a las que hoy presta. Luis Petri, ministro de Defensa, ya trabajó sobre esa normativa para ponerla a consideración del mandatario y que sea derivada para un debate legislativo. No son tiempos, sin embargo, en los que Milei pueda jactarse de que sus iniciativas tengan receptividad en el Congreso. Muy por el contrario: esta semana sufrió un duro traspié en el Senado con las normativas y reglamentaciones incluidas en su Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU). 

A pesar de ese cachetazo, el libertario no es afín a bajar el tono para cosechar amigos y votos. Su método es otro. Esta semana se enroscó en una disputa frontal con el socialismo santafesino. Culpó a las administraciones locales de ese color político que ocuparon el poder en el Palacio de los Leones y en la Casa Gris por el desmadre de la violencia en Rosario. Desempolvó el término “narcosocialismo”, opinó que los dirigentes de ese partido “rompen todo lo que tocan” y hasta se atrevió a conjeturar con que el rechazo a la Ley Ómnibus los ponía “del lado de los delincuentes”. Bravatas que no suman nada en este momento donde impera el espanto. 

Frente a esos ataques Pullaro prefirió el silencio, aun cuando algunas de esas esquirlas lo rozan. El gobernador intentó esta semana componer un poco su agrietada relación con Bullrich y mostrarse en sintonía frente al envío de 450 agentes federales más para patrullar en Rosario. Nadie olvida que el radical fue ministro de Seguridad del socialista Miguel Lifschitz. De alguna manera, entonces, los dichos de Milei lo alcanzan. 

Pero no sólo eso: el socialismo es uno de sus aliados principales dentro del frente Unidos para Cambiar Santa Fe, la coalición que hoy gobierna en la provincia. Dos de sus ministros son del PS. Pero, además, Clara García es una pieza clave en la presidencia de la Cámara de diputados de la provincia. Ella ha trabajado con ahínco para que se aprobaran buena parte de las leyes que propuso el gobernador desde que asumió, en diciembre pasado.  

Si Milei intenta resquebrajar con sus dichos la alianza local, una posible estrategia para dividir y sumar para su molino, en Santa Fe juran que no lo logrará. Aun cuando Pullaro pueda mostrarse más cercano a algunas propuestas del presidente y el socialismo las rechace de plano. A nivel nacional cada uno tiene libertad para hacer su juego. 

Pragmatismo made in Santa Fe

Hay, en el gobernador, una decisión de avanzar haciendo equilibrio entre fuerzas partidarias y variopintas figuras de la política: desde sus socios del socialismo, hasta los ministros de Milei, pasando por Mauricio Macri o Axel Kicillof. Pragmatismo absoluto.  

La violencia en Rosario ha dado paso, incluso, a la materialización de impensadas alianzas. El viernes, en Rosario, Pullaro se exhibió con funcionarios enviados por el gobernador de Buenos Aires y agradeció el aporte que el dirigente kirchnerista le prestaba en materia de seguridad. ¿Dónde quedó el discurso del por entonces candidato a gobernador cuando dijo que, en un hipotético balotaje entre Milei y Sergio Massa, votaría al libertario porque el mayor desafío era correr a los K del poder? La necesidad, en política, suele provocar estos virajes. 

Kicillof estuvo muy atento a la crisis por la inseguridad que vive Rosario. En los últimos días cruzó varios llamados con Pullaro. La relación entre ellos, cuentan quienes los frecuentan, es fluida. El bonaerense le ofreció equipamiento y el arribo de 400 integrantes de la Unidad Táctica de Operaciones Inmediatas. También, ochenta patrulleros, un helicóptero y drones. El radical le contó que un proceso licitatorio le impedía contar con la cantidad de móviles que necesitaba con premura y Kicillof no dudó en ofrecerle camionetas flamantes, estrenadas en los operativos de verano. 

El Comité de Crisis le dio paraguas legal a ese préstamo entre provincias, del que fue informada rápidamente la propia Bullrich. Todos los colores políticos parecieron dejar las diferencias de lado para poner en marcha ese apoyo.

El dirigente kirchnerista con mayor peso en la política actual juega un partido en el que lee múltiples conveniencias. El desembarco de sus hombres y de sus efectivos en Santa Fe lo muestra como un dirigente capaz de atravesar los límites de su provincia, en franca proyección para pulsear en la elección nacional de 2027. El tiempo y su gestión terminarán de definir hasta dónde puede llegar.

Pero hay otro motivo que impulsa a Kicillof y que sumó también la inquietud del gobernador cordobés, Martín Llaryora. El schiarettista se subió a la ola de mandatarios provinciales que le expresaron apoyo a Pullaro. Pero no se quedó en una declamación pública y en otra privada, a través del grupo de WhatsApp que comparten. Le ofreció también respaldo logístico y envió a Santa Fe a su ministro de Seguridad para que se reúna con su par local. 

Kicillof y Llaryora, también algunos otros, comprendieron que el narcotráfico ya no es patrimonio de una ciudad. Ven una realidad que corre sus límites y que, no sólo por cuestiones geográficas, tienen cada vez más próxima. Por eso corrieron en auxilio de Pullaro, borrando incluso cualquier frontera ideológica. Quizás el espanto logró sacudir algunos prejuicios. La política tiene, en medio del dolor, la posibilidad de aprender algunas lecciones.

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