Hizo sus primeras armas en una tienda familiar para armar su propio camino y armar un emporio productivo y comercial de muebles del hogar top. Cuenta sus secretos.
Raúl Scarpeccio es un emprendedor de los pies a la cabeza. Mientras que muchos mortales toman al trabajo como una obligación, como algo que resulta ineludible afrontar para tener una realidad más digna, este hombre de negocios lo pudo experimentar como una extensión de relaciones familiares y sociales, un entretejido armado a partir en base a esfuerzo y dedicación.
Nació en la agropecuaria localidad de Los Cardos, perteneciente al departamento San Martín, a 145 kilómetros de Rosario. Su familia tenía una tienda y en ese hábitat -atendiendo desde muy pequeño a la clientela- empezó a recorrer un largo camino. Ese recorrido lo iba a llevar a transitar primero por la producción agropecuaria, luego a asociarse con unos vecinos para comercializar sofás, y a partir de allí a enhebrar un complejo comercial e industrial de muebles de diseño con presencia en varios puntos del planeta.
Hoy reparte su tiempo entre Barcelona y Buenos Aires, pero sin despegarse de su tierra natal. Scarpeccio dialoga con Punto biz en la casa de muebles para el hogar Boussard, que también comercializa la marca Country Club y acaba de presentar una nueva colección primavera verano inspirada en los nuevos diseños de la la Feria de Milán. Son productos refinados, destinados a un público de buen pasar económico.
El de Rosario es sólo un eslabón de la red de negocios que pilotea Scarpeccio. Desde la localidad de Las Rosas controla instalaciones fabriles que manufacturan muebles para cuatro marcas, y tiene una larga trayectoria operando bajo licencia de la parisina Roche Bobois para el Mercosur, con locales en Puerto Madero, Punta del Este y Santiago de Chile. En Barcelona armó una nueva compañía para desarrollar inversiones.
Si bien atesora experiencia tanto en actividades agropecuarias como fabriles, el ADN empresario de Scarpeccio está constituído básicamente por genética comercial. “La tienda familiar era la antesala para entrar a mi casa. Como pasa hoy en un aeropuerto que tenés que pasar por el free shop, en mi casa pasaba lo mismo, entraba y salía por el negocio de mi padre, y de tanto pasar me empezó a gustar”, recuerda.
El salto de la tienda de ropa al negocio de los muebles también se dio como resultado de una interacción social, en el mismo Los Cardos, con una familia de sastres de confección que también manufacturaban sofás. “Nos entendimos como buenos vecinos, al principio ni siquiera estuvo la idea de asociarnos ni nada por el estilo, pero con ellos hablábamos el mismo idioma”, relata el empresario. Así comenzó su carrera de vendedor al por mayor de muebles del hogar. Los vecinos se convirtieron primero en empleadores y luego fueron sus socios. “Llegamos a atender clientes comerciales desde Tartagal a Ushuaia, por aquella época ni imaginaba tener un local al público”. Allí tuvo la posibilidad de articular conocimientos adquiridos en sus primeras vivencias comerciales en familia: “Desde muy chico pude ver las dos películas, porque veía a mis padres atendiendo a sus clientes pero también a los mayoristas que los proveían. Entonces entendí que uno no puede tomar la venta sólo como una primera situación, que es importante que el comerciante que compra pueda a su vez vender el producto y ganar su dinero. Es muy importante el asesoramiento para asegurar el rebote de una venta”, enfatiza Scarpeccio.
Más adelante en su vida iba a llegar la decisión de integrar la producción fabril al negocio, que iba a significar una mudanza a Las Rosas. “Lo acordé con mis socios pero fui por las mías, y para ello debí desprenderme de algunos de mis activos”, relata Scarpeccio. También iba a llegar el relacionamiento con grandes firmas internacionales -como Cacharel- allá por los 80, cuando los grandes referentes internacionales de la moda empezaron a anclar sus marcas con otras líneas de productos.
“Yo venía de una tienda de ropa y mis socios de una sastrería, era lógico que empezáramos a trabajar con la moda. En aquella época las marcas que triunfaban en el mundo no eran italianas sino francesas, Dior y Cacharel. Cacharel lanzó la línea Maison en la Argentina y nosotros, que conocíamos el mercado y teníamos los clientes, participamos en la producción”. Scarpeccio recuerda el lanzamiento nacional de la marca en la esquina de Córdoba y Oroño. “Nos permitieron cerrar la calle y armamos una fiesta de inauguración para 600 personas a la que asistió el gobernador José María Vernet”. Fue la puntada inicial que permitió avanzar con una red de 50 agentes comerciales en todo el país.
Esa exitosa experiencia con Cacharel Maison lo catapultaron para jugar en las grandes ligas. Así fue como llegó a obtener la licencia de la marca Roche Bobois de París para manufacturar y comercializar muebles tapizados premium para la Argentina y el Mercosur. Y la apertura de puntos de ventas en Buenos Aires, Punta del Este y Santiago de Chile, más un punto de ventas para hotelería en Puerto Madero. Y ya residiendo en Barcelona (“donde todo lo que quieras ver y disfrutar lo tenés a menos de dos horas de vuelo”), lanzó una desarrolladora de inversiones.
- ¿Cuál fue el factor clave, el secreto que permitió a un empresario del interior santafesino llegar a jugar en las grandes ligas de un negocio sofisticado como el de los muebles de diseño?
- No sé si hablaría de un factor clave, pero lo decisivo es la dedicación. Yo tengo amistad con Jorge Valdano, y su experiencia como deportista vale. Hay que ir escalando, acá se destacó en Newell´s, llegó a la selección y luego al Real Madrid. Gustavo Grobocopatel no empezó con las miles de hectáreas que hoy produce. Todas las experiencias tienen un mismo hilo conductor, que es la dedicación. En mi caso siempre estuvo presente el deseo de conocer lo máximo. Entonces asistí bastante a las ferias, nos relacionamos con las mejores fábricas y las mejores marcas del mundo y pudimos entender cómo nacía la moda, cómo nacía la calidad, cómo era posible transmitirlo a la Argentina. Por cierto, también hemos sido unos afortunados.
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