Tras más de 50 años, cerró el bar que mantuvo vivo un formato en extinción

Llevaba 50 años de fichas, bolas, cartas, burros, birra y café. Los Inolvidables, el antiguo bar de la esquina de San Martin y Montevideo, bajó definitivamente sus persianas en noviembre, y dejó una pila de clientes históricos penando por su falta. Según pudo averiguar Punto biz, la propiedad fue vendida y pronto tendría nuevo destino: una torre de viviendas. 

La historia de Los Inolvidables nació en la década del 70 y lo curioso es que, hasta su cierre, mantuvo intacto el espíritu de esa época, cuando los bares se parecían más a un club que a un negocio. El formato del lugar que regenteaba Jorge Paz está en extinción; sino extinguido.

Había mesas de billar, partidos de damas y ajedrez que se jugaban "a los gritos", y televisores que transmitían carreras de caballos. El bar conservaba los mismos muebles de madera y caño de su época fundacional y, aunque no existía una norma explícita al respecto, la abrumadora mayoría de los clientes eran varones. Iban a pasar la tarde o la mañana; horas y horas invertidas en Los Inolvidables, que en el diccionario popular encuadraría en la categoría de antro.   

"Los últimos días antes del cierre fueron duros, tipos de 60 y 70 años llorando porque perdían su refugio después del trabajo", le contó a Punto biz Sergio, mozo del bar durante 19 años. 

A Los Inolvidables lo gerenciaba la familia Paz. Jorge había sido dueño de la propiedad durante 30 años, hasta que le vendió el local a un cliente habitual. Por una promesa entre caballeros los Paz siguieron al frente de la operación como inquilinos, y el cierre decantó por decisión de la nueva generación de dueños, que decidió desprenderse del lote. Si bien no existe confirmación oficial, allegados contaron a este medio que el nuevo propietario sería una empresa desarrolladora. 

Un formato en extinción

Durante los '60, en Rosario había 250 billares, es decir, cuando inauguró Los Inolvidables era un bar entre tantos. Con los años, cambiaron las costumbres y la  lógica de consumo, pero la esquina de Montevideo y San Martín mantuvo su dinámica habitual, de lunes a lunes, de 7 a 22. "Yo levantaba la persiana y había una fila de clientes esperando para pasar", recordó el mozo. 

Adentro se jugaba a las cartas y a diferentes juegos de mesa, "tomando un café, con un whisky en la mano o comiéndose un carlito". Los muchachos, casi todos jubilados, encontraban distintas formas de entretenerse.

"La vida de muchos clientes giraba en torno del bar", aseguró Sergio, y contó una anécdota: "Algunos, ya mayores, discutían con sus familiares para no mudarse lejos. Un cliente en particular convenció a la hija de alquilarle un departamento a pocas cuadras, en cambio de ir al geriátrico. Si no puedo ir al bar me muero, le dijo. Y la convenció". 

Ahora, los grupos de habitués están en la búsqueda de un nuevo enclave. Algunos se acomodaron en un boliche de Av. Pellegrini y otros quedaron boyando. El bar ya es historia, pero sus clientes le hacen honor a su nombre, y no lo olvidan.