Puso el local a nuevo y un siglo después sigue dando pelea en el centro

Nunca fue una opción cerrar. En 100 años de historia las pasaron todas: crisis, dictaduras, una pandemia. Pero también hubo épocas de bonanza entre las pálidas. Vivió a pleno el esplendor del centro y hoy es el último gran comercio del rubro, así centenario, que da pelea en la ciudad.

Quien pase por estos días por el local de Mitre al 1023 lo verá totalmente renovado. Esencias La Porteña -tradicional repostería local- nació hace un siglo, en octubre de 1924, valija en mano de perfumes y esencias para tortas y originalmente como La Rosarina. “En esa época todo el mundo miraba a la capital”, cuenta María Angélica Beccacece, tercera generación, a Punto biz. Se le cambió el nombre y lo mantuvo hasta la actualidad. 

Fue Antonio Francisco Tracanelli, tío de María Angélica, quien puso la piedra fundacional a principios de los años ‘20. De patear la calle con sus frasquitos, plantó local en el '24 en la propiedad familiar de Mitre entre San Luis y San Juan, aunque bastante más pequeño en dimensiones. Hoy está puesto a nuevo y le hace frente al comercio electrónico -que se agigantó con el Covid-, a los centros comerciales y al cambio cultural. Valen en la lista, aunque más jóvenes la sastrería Caliotti, la peletería Federico, calzados Bottier o el bar Sunderland. 

A pesar de que el negocio está lejos de sus tiempos mozos, María Angélica mantiene una buena base de clientes e involucró -como parte del legado- a sus tres hijos Ana, Luciana y Matías, que le imprimieron aire fresco desde las distintas áreas que comandan. En 1967, su papá Fermín Beccacece le compró el fondo a Antonio, lo aggiornó a la época y "se empezó a hacer más grande" (en todos los sentidos: como marca y en m2). 

La familia, la clave 

Hay una anécdota. La recuerda así María Angélica: “Una vez el negocio estaba muy mal. Mis hijos tenían ahorrada la plata de la comunión y nos la dieron para seguir. ¿Cómo no seguir? Si yo alguna vez pude haber pensado en 'ya estoy harta', mis hijos hicieron el cambio". La familia fue y es el motor del negocio, no sin "batallas" y algún desencuentro en criterios. 

Antes de la irrupción de la pandemia estaba en danza el proyecto para remodelar el inmueble. Se postergó y este año ameritaba el cambio por el siglo de vida. “Todo fue en honor a mi mamá y mi papá que querían hacer la remodelación”, refiere la actual administradora del centenario negocio. Arrancó como una obra de 15 días, pero terminó extendiéndose por casi dos meses (y aún falta). Este lunes La Porteña volvió a abrir las puertas, con más metros cuadrados y recuperando muchos de los objetos originales: sillas, vitrinas, mostradores, pisos, puertas y hasta el techo. 

¿Cómo cambió el negocio? Antes salían más las esencias para hacer licores y refrescos. Pero la sociedad y los gustos fueron virando. De la pandemia a hoy, por ejemplo, hubo una transformación completa en cómo decorar las tortas. "Con la situación económica, hay otra forma de hacer las tortas, de cómo decorar, de cuánto gasta la gente", subraya. Y se fueron amoldando a los nuevos hábitos de consumo y -no menor- a un bolsillo cada vez más flaco, punto a favor: antes vendían el medio kilo de chocolate, hoy 100 gramos si ese es el pedido del cliente.