Muchas firmas reclaman mayor presencialidad, mientras los empleados defienden el modelo híbrido. Las oficinas vuelven a cobrar protagonismo y crece la tensión.
Cinco años después de la pandemia, la era del teletrabajo parece haber entrado en tiempo de descuento. Lo que durante la emergencia sanitaria fue una solución masiva –el home office– se convirtió en un beneficio que los empleados no quieren resignar, pero que cada vez más empresas buscan acotar. La tensión entre ambas partes se refleja en el resurgimiento del mercado de oficinas, en decisiones estratégicas empresarias y en una redefinición del equilibrio laboral.
“La presencialidad absoluta va a ser muy difícil que vuelva. Hoy el 87% de la gente prefiere un esquema híbrido. Ya lo tomó como un derecho adquirido y no lo quiere resignar”, afirmó Germán Ruíz, director de Outsourcing de Randstad Argentina. “Y no es solo la fuerza laboral joven: el + 50 también valora quedarse un lunes en casa”, advirtió.
Según datos de las últimas encuestas de clima laboral que releva la consultora, el modelo híbrido es considerado el más deseado por la mayoría de los trabajadores, sin importar edad, rubro o jerarquía. Esa preferencia ya es un factor decisivo a la hora de cambiar de empleo o evaluar una propuesta laboral. “Hoy, en una entrevista, lo primero que te preguntan es cuántos días tengo que ir, dónde queda la oficina y cuánto tardo en llegar”, indicó Ruíz.
Al mismo tiempo, muchas empresas intentan aumentar la presencialidad, convencidas de que eso mejora el rendimiento, fortalece la cultura corporativa y estimula la innovación. “Estamos viendo una puja entre empleadores que quieren volver a modelos presenciales y empleados que se resisten. El equilibrio va a depender de la creatividad de las compañías. Si exigís volver, tenés que pagar en consecuencia o dar beneficios que compensen”, sostuvo el ejecutivo de Randstad.
De hecho, industrias donde el home office nunca fue una opción –como la manufactura– están tomando nota. “Hay muchas firmas que están incorporando salas de metegol, zonas de descanso o extendiendo horarios de almuerzo para hacer más llevadera la presencialidad absoluta”, comentó.
Innovar juntos: el caso Teramot
La experiencia de la startup rosarina Teramot pone en evidencia cómo la presencialidad puede ser, en ciertos casos, un activo estratégico. Bruno Ruyú, CEO de la firma especializada en infraestructura e inteligencia artificial, lo plantea así: “Los procesos de altísima creatividad suceden mucho mejor cuando estamos juntos en un mismo espacio. Por eso decidimos que los perfiles vinculados a la innovación trabajen presencialmente en Rosario”.
La decisión se basó, según explicó, tanto en la experiencia interna como en un paper científico que analizó a 38.000 desarrolladores y concluyó que la innovación florece con equipos cara a cara. Sin embargo, en Teramot el enfoque no es rígido. “No imponemos horarios ni cuotas de presencialidad. Queremos que todos quieran venir, no que se vean forzados. Y los puestos comerciales o más ejecutivos los buscamos también en otras ciudades, porque no necesitan estar acá”, explicó.
Ruyú es muy crítico de las políticas uniformes que aplican algunas grandes compañías. “Veo empresas que obligan a la gente a viajar 300 kilómetros sin pagarles gastos, solo para tener videollamadas encerrados en una oficina. Eso desalienta al talento. En Teramot decidimos caso por caso, porque imponer la misma regla para todos es un error que hace que los profesionales más valiosos se vayan”, sentenció.
El ejecutivo también destacó la calidad del capital humano local. “Rosario tiene un nivel de conocimiento y profesionalismo altísimo. Acá hay talento a nivel internacional en lo que hacemos, y eso también nos facilita apostar por la presencialidad”.
Mercado inmobiliario: oficinas recargadas
La tensión entre modelos laborales también tiene impacto directo en el mercado inmobiliario. “La oficina no desapareció. Todo lo contrario: hay una demanda creciente de espacios físicos, sobre todo entre profesionales independientes que ya no quieren seguir trabajando donde viven”, aseguró el agente inmobiliario Diego Ferreyra.
Durante la pandemia, muchos profesionales se adaptaron como pudieron al home office. Pero con el tiempo, esa convivencia forzada entre la vida personal y laboral se volvió inviable. “Hoy buscan espacios modernos, luminosos, con buena conectividad y comodidad. Eso impulsó zonas como Fisherton y Funes, donde la gente puede tener oficina cerca de su casa sin tener que ir al centro todos los días”, contó Ferreyra a Punto biz.
El mercado también muestra un cambio de perfil. Las oficinas más antiguas, muchas de ellas ubicadas en microcentro, pierden atractivo frente a desarrollos más nuevos con servicios adicionales. “Se está viendo una reconversión. Las empresas que achicaron metros durante la pandemia hoy están reconfigurando sus espacios, no para volver al 100% de la presencialidad, pero sí para facilitar el encuentro y la colaboración”, explicó.
En esa misma línea, Alejandro Bassini, corredor inmobiliario, remarcó que tras la pandemia las compañías cambiaron no solo su esquema laboral sino también la escala de sus espacios. “Antes había oficinas de 150, 200 o 400 metros cuadrados. Hoy las empresas buscan menos metros, pero con más prestaciones: confort, conectividad, accesibilidad. Porque los equipos se dividen, no trabajan todos a la vez”.
Bassini indicó que muchas firmas cerraron sus oficinas tras la pandemia y, al reabrir, lo hicieron bajo un nuevo concepto. “Buscan lugares más cómodos, modernos, y eso hizo que muchas se retiren del microcentro para instalarse en zonas más accesibles como Puerto Norte. Otras que tenían grandes superficies, las subdividieron. Es común ver oficinas que antes eran un solo espacio de 400 metros cuadrados, ahora convertidas en cuatro módulos con divisiones de yeso”.
El resultado es un mercado que se adapta a la nueva lógica laboral, donde prima la flexibilidad y el diseño funcional. “Las empresas no buscan volver al viejo esquema, pero sí generar espacios donde el trabajo presencial tenga sentido. Eso requiere pensar distinto”, señaló.
Adaptarse para no perder talento
En este contexto, la clave parece estar en la flexibilidad, pero también en la inteligencia organizacional. Para Germán Ruíz de Randstad, la negociación es inevitable. “Va a haber que sentarse a conversar, como pasó cuando todo era remoto. Algunas posiciones se pueden hacer desde casa, otras no. Lo importante ahora es trabajar por objetivos, medir productividad y construir modelos que no espanten a los mejores perfiles”, aseguró.
El futuro del trabajo no será igual al pasado ni a la excepción que marcó la pandemia. La presencialidad vuelve a cobrar fuerza, pero no por nostalgia, sino porque en algunos entornos sigue siendo insustituible. Sin embargo, el home office dejó su huella y más que un beneficio, se volvió una condición para muchos.
Lo que sigue será una redefinición del contrato social del trabajo, con oficinas que se reconfiguran, esquemas híbridos que se consolidan y empleados que ya no están dispuestos a resignar libertad sin una buena razón.
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