El empresario que obró milagros en la industria automotriz

Resulta difícil pensar en Manuel Antelo, uno de los empresarios más importantes del país, como un hippie que vivía una vida nómade y tocaba la guitarra por diferentes ciudades de Europa, pero así pasó muchos años de su juventud. Un tiempo después, a los 35, le compró Renault Argentina a los franceses. Al tiempo se las volvió a vender, e hizo una operación muy similar con Nissan Argentina.

En el CV de Antelo también figura la compra de CAT, una empresa de logística automotriz europea que estaba casi quebrada. La saneó y hoy factura u$s2.000 M al año y tiene 9.000 empleados. En 2021, incrementó sus negocios en Uruguay, donde solo tenía distribuidoras de autos, y lanzó Car One (tras cerrar su casa matriz en Argentina), Car One Shopping y Decathlon.

Defensor a ultranza del libre mercado, reside en el país vecino desde 2013, al cual describe como “un lugar fantástico que respeta las reglas del juego, es estable, permanece alejado de los populismos, y donde la justicia es independiente”. Para él, es la Suiza de América. “Hay apoyo para la concreción de las inversiones. Por ejemplo, cuando nos comprometimos a fabricar la Ford Transit en un tiempo récord de dos años, todavía no teníamos la tierra para levantar la planta y recibimos el apoyo de la Intendencia de Montevideo”, enumeró.

Actualmente radicado en Uruguay, es fundador y presidente del Grupo Antelo, así como del Grupo Car One, además de ser el propietario del Grupo Santa Rosa (Renault, Nissan, Iveco, Changan y JMC) y el dueño del 100% del paquete accionario de la planta Nordex S.A., la fábrica de autos que emplea a 700 personas y en la que invirtió, junto con Ford, u$s50 M para fabricar 8.000 utilitarios del modelo Transit. En la Argentina, Antelo sigue siendo el socio mayoritario de Car One Argentina, además de contar con la representación oficial de la marca japonesa Mitsubishi y de las chinas Changan, Haval y Great Wall.

De su pasado en Rosario, Antelo reconoce que su destino en la industria automotriz tiene que ver directamente con su abuelo. “En 1930 empezó una empresa de rectificación de motores en la ciudad. Cuando empieza la guerra y desaparecen los repuestos importados, inventó un producto que reemplazaba a los aros de pistón y se enriqueció mucho en dos años. Cuando terminó la guerra y se recuperó la logística mundial, se fue a Estados Unidos sin saber hablar inglés, y consiguió no sólo la licencia de la principal fábrica mundial de aros de pistón, sino que los convenció de que inviertan con él. Así fue que empezó una fábrica en Rosario, en sociedad con el grupo americano Perfect Circle”, relató en el ciclo Líderes Unplugged, de Forbes.

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