Pullaro, y sus sueños de proyectarse para la pelea grande

El político, sociólogo y ensayista español Enrique Tierno Galván decía que “el poder es como un explosivo: o se maneja con cuidado o estalla”. En la política argentina, siempre turbulenta, en general imprevisible, son múltiples los ejemplos de dirigentes encumbrados que por impericia, soberbia o incapacidad terminaron sumergidos en las arenas movedizas de la desaprobación popular. O, como diría Galván, provocaron algún estallido del que no lograron reponerse. El ejercicio del poder requiere, quizás hoy más que nunca, diseccionar cada acción. Las de fondo, pero también las superficiales. Todo cuenta. Todo puede sumar, pero también provocar una resta impensada. 

En el entorno del gobernador de Santa Fe describen a Maximiliano Pullaro como un dirigente que intenta estar detrás de todos los detalles. Desde los números de la economía, de los que recibe informes a diario, hasta la evolución de los mapas de calor vinculados con la inseguridad. El radical es el representante de un partido que esperó seis décadas para tomar el poder en la provincia. Es, de los dirigentes de la UCR, el que tiene a su cargo el distrito más importante. Es inevitable que aspire a más, aunque en público diga lo contrario. No es modestia. Es cálculo y sentido común: hablar, a menos de siete meses de iniciada su gestión de otra cosa que no sea manejar la Casa Gris, sería una imprudencia de su parte. Un paso en falso de esos que una buena parte de la sociedad reprocharía cuando todo lo que le pide es que le resuelva los problemas cotidianos. 

El radical es un dirigente que, por recorrido y por edad, sabe que lo espera aún un largo recorrido por delante. Teje para asegurar eso. Pero deja que de sus posibles planes futuros hablen otros. En las últimas horas la UCR santafesina organizó un encuentro que contó con la presencia del economista y senador Martín Lousteau, la máxima autoridad partidaria. 

La convocatoria fue lanzada por la Juventud Radical, la Franja Morada, el Foro de Intendentes Radicales, la UCR Diversidad y la Organización de Trabajadores Radicales para debatir caminos, experiencias y proyectos. La intención fue encontrarse para “pensar un partido para este siglo”, según palabras del propio Lousteau. 

Pero además de pensar alternativas e intercambiar ideas, quedó flotando, otra vez, la intención de algunos de proyectar a Pullaro para la pelea grande, la que se dará en 2027 para renovar la presidencia de la Nación. Todo es futurología, pero las construcciones políticas no se alumbran de un día para el otro. Hay que sentar las bases. 

Alguien que ha tejido durante décadas en esos ámbitos es el senador provincial y presidente de la UCR santafesina, Felipe Michlig. Lleva 25 años ocupando una banca, un lugar sostenido con altas dosis de caudillismo regional. Pero en los últimos tiempos puede arrogarse otros éxitos. Fue uno de los actores principales para impulsar la conformación del frente Unidos y la candidatura de Pullaro. Dos plenos.

El gobernador no olvida ese respaldo: en su despacho tiene un solo portarretrato con su foto. En ella se lo ve, justamente, junto a Michlig. El senador es un hombre que influye sobre él, que lo aconseja, y que ya lo imagina en un cargo mayor.  

“Ahora tengo un nuevo sueño, que es tener un presidente de la Nación radical y de Santa Fe”, aseguró Michlig el sábado, en Santa Fe, durante la apertura del plenario de organizaciones de la UCR. “Estoy convencido de que, desde Santa Fe, saldrá el nuevo presidente de los argentinos. Que esta reunión sea el punto de partida”, sumó con entusiasmo.

Ya lo había sugerido semanas atrás en un encuentro al que asistieron todas las vertientes de la coalición santafesina gobernante. Esta vez lanzó su deseo delante del propio Lousteau, presidente del partido. 

Todo lo explicado anteriormente sobre la estrecha relación que mantienen Pullaro y el senador por San Cristóbal marca que lo que dice Michlig no lo dice porque sí, sin respaldo y sólo como una expresión de deseo personal. Algo se construye pensando en el futuro. La gestión es la que terminará por definir si Pullaro puede o no recorrer ese camino que será largo, sinuoso y que estará, además, lleno de competidores. 

Por lo pronto, Lousteau avala ese plan. O lo deja correr. “Santa Fe es la mayor provincia que hoy gobierna la UCR y con un gobernador excelente que lleva adelante el programa prometido, caminando la provincia, al lado de su gente”, comentó este sábado. Más de una vez sugirió que Pullaro tiene juego propio, peso y gestión para lanzarse a nuevas empresas. El gobernador es, por el momento, absolutamente leal a los pasos que dicte el ex ministro de Economía. Hay que decirlo también: por estas horas, son muchos en el radicalismo los que quieren disputarle el poder a Lousteau y buscan desacreditarlo. 

La Ley Bases dejó heridas en la UCR. Cuatro gobernadores, que aspiran como Pullaro a instalarse en una futura contienda nacional, mascullan su bronca por el juego de Lousteau en el Senado. Creen que se cortó solo, buscando instalar su figura, pero sin escuchar la sugerencia de las provincias que, inevitablemente, necesitan de acuerdos con Javier Milei. Desde la vereda de enfrente ya le muestran los dientes a Lousteau el mendocino Alfredo Cornejo, el chaqueño Leandro Zdero, el correntino Gustavo Valdés y el jujeño Carlos Sadir. Contra ellos también compite el sueño de Pullaro que, por ahora, sólo expresan quienes lo rodean. 

El poder se alimenta a diario. Con la gestión, pero también en los espacios partidarios. Un ejemplo más, con un episodio ocurrido en las últimas horas. El pullarismo logró hacer pie en la UCR de Rosario, desplazando de la conducción al espacio Radicales Libres, que encabezan el rector Franco Bartolacci y la concejala María Eugenia Schmuck, aliados del intendente Pablo Javkin. Hubo una pulseada tensa. Al final, se impuso por primera vez la gente de Evolución que responde al gobernador. El proyecto de Pullaro también requiere de acciones como esa: ganar poder en la principal ciudad de la provincia, entienden quienes lo acompañan en esta construcción, es un casillero más de los que deben completarse cuando se aspira a algo más.