Penurias en el peronismo santafesino al intentar ponerse de pie 

Se ha dicho más de una vez en este espacio: con apenas ocho meses en el poder, Maximiliano Pullaro avanza aplicando velocidad crucero hacia modificaciones de fondo, profundas, que podrían cambiar la configuración del poder en la Provincia. En el menú del gobernador hay un temario variado para los próximos meses: desde las reformas jubilatoria y constitucional hasta el recambio amplio en los nombres que conforman la Corte Suprema de Justicia. El radical ya impulsó y obtuvo la aprobación de la Legislatura en múltiples leyes. Pero no se detiene. Ha tejido aprovechando las potencialidades propias y las debilidades ajenas: de la oposición en general, pero particularmente de un peronismo que debiera ser el músculo principal que equilibre el sistema y hoy no lo es. 

El partido que gobernó la Provincia durante veintiocho de los cuarenta años que transcurrieron desde el regreso de la democracia está en fase de reconstrucción. La categórica derrota que sufrió el año pasado le ha dejado heridas profundas. Los liderazgos están cuestionados, la dispersión es evidente. Es tal el grado de conmoción que algunos como el senador por Caseros, Eduardo Rosconi, deciden desafiliarse y definir al partido que los cobijó desde siempre como “un club de perdedores”. 

El peronismo santafesino intenta ahora ponerse de pie. Sus representantes saben que para volver a ser una opción electoral viable, con potencia, será necesaria la unidad. No es sencillo: tiene espacios y tribus que representan ideas muchas veces distantes. Quienes ostentan ahora la conducción formal del partido –con los senadores provinciales a la cabeza– están ideológicamente alejados de los que se recuestan en una sociedad con Ciudad Futura, por citar apenas un ejemplo de un cuadro variopinto. 

Dentro del movimiento ven, sin embargo, una oportunidad para comenzar a acercar posiciones. Creen que el debate interno que deberán encarar frente a las apetencias reformistas del oficialismo provocará que todos pongan los pies dentro del mismo plato. La supervivencia es así. 

El peronismo acuerda con la necesidad de modificar una Constitución que, en muchos aspectos, va quedando obsoleta. Pero pondrá peros al pullarismo. El primero, que ya empieza a asomar: aceptar la idea de una reelección para el gobernador, algo con lo que no cuenta Santa Fe, pero aplicarlo a partir del próximo período. Es decir, impedirle al actual mandatario poder buscar en 2027 un nuevo período al frente de la Casa Gris. Se verá cómo saldar ese punto. Unidos tiene una mayoría parlamentaria que podría permitirle avanzar, pero por ahora desde el oficialismo se pretende dar un mensaje de paz hacia la oposición asegurando que un cambio de la Constitución es posible sólo si cuenta con un amplio abanico de respaldos. Dicho de otra manera: no quieren dar la idea de que avanzarán atropellando. No con ese tema. 

En el PJ esperan el proyecto oficial y son varios los que ya sugieren comenzar a reunir miradas y posiciones para el momento en que se presente formalmente la iniciativa de Unidos. No quieren que el avance de Pullaro y sus socios los tome desprevenidos. Lucila De Ponti, del Movimiento Evita, ya presentó una iniciativa propia de reforma en la Legislatura. El sector de Omar Perotti prepara la suya y sus representantes no creen que, por ahora, haya una instancia cercana para elaborar un texto consensuado. 

Los intendentes y presidentes comunales, nucleados en el espacio Vamos Santa Fe, elevan la voz y quieren hacer valer su peso territorial. Por eso, se arrimaron al grupo de senadores que conducen el partido –con la figura de Armando Traferri como principal armador– para cambiar figuritas y consensuar. Esos dirigentes, los que gestionan los Ejecutivos, tienen inquietudes con lo que pueda traer la nueva Constitución. Razones no les faltan si se tiene en cuenta que deberán discutirse desde autonomías hasta impuestos, además de servicios públicos, coparticipación y extensión de los mandatos, entre otros temas. 

Atención con este último punto: en el radicalismo campea la idea de poner un límite a las reelecciones indefinidas. Señalan algunas ciudades donde un mismo intendente gobierna desde hace décadas. Dicen que eso no es posible. Carlos De Grandis, intendente de Puerto General San Martín desde 2001, es un ejemplo. En ese punto cuestionan la diferencia entre un gobernador que sólo tiene la posibilidad de un período contra jefes municipales que pueden quedarse a vivir en el cargo. 

Ese grupo de justicialistas que tiene la responsabilidad de conducir ciudades y comunas levanta la guardia. Pretende que el partido se mueva, discuta, unifique. Mientras tanto, los caciques hacen su jugada buscando tener un espacio de poder para la discusión. Agustín Rossi relanzó su espacio interno. Marcelo Lewandowski lee lo que pasa desde su banca en el Senado nacional y espera el momento de volver a elevar su voz en el territorio. Lo hará, más temprano que tarde. Perotti asomó públicamente en las últimas semanas. Hay una representación institucional, como ex gobernador, que Pullaro le reconoce. Por eso, tuvieron una reunión privada hace dos semanas. Hablaron de la hidrovía, de los cambios en la Corte Suprema y de la Constitución, entre otros temas. Con buenos modos, el rafaelino le dijo a Pullaro que está dispuesto a los cambios, pero sin habilitar su reelección. El PJ necesita reconstruir su rol opositor. Pero no le alcanzará, como lo hizo Perotti en el cara a cara con Pullaro, sólo con decir que no frente a los avances del oficialismo. Necesita mucho más que eso. Primero, y antes que nada, alcanzar acuerdos internos. Sin eso, nada le será posible.