Por Redacción
La tensión entre Estados Unidos y China reconfigura el comercio internacional. Aunque el impacto aún no golpea con fuerza a la Argentina, el país debe decidir cómo jugar su carta.
Desde que la disputa comercial entre Estados Unidos y China se intensificó, el mapa global del comercio comenzó a transformarse. Lo que al principio parecía una pulseada bilateral por aranceles y tecnología derivó en una influencia transversal que modifica las reglas de juego para el resto de los países. Así lo analiza Marcelo Elizondo, abogado, MBA y consultor especializado en comercio internacional, quien sostiene que “hubo un contagio de la tensión bilateral entre Estados Unidos y China hacia una mayor influencia de la geopolítica en los negocios internacionales en general”.
En ese contexto, la relación entre el presidente Javier Milei y su par estadounidense, Donald Trump, adquirió un giro estratégico en los últimos meses, consolidando una alianza político-comercial que trasciende los gestos ideológicos. En una señal clara de alineamiento, ambos mandatarios avanzaron en un esquema de cooperación económica que incluye asistencia financiera directa a la Argentina y la apertura de negociaciones hacia un tratado de libre comercio bilateral. Este acercamiento genera expectativas crecientes en sectores exportadores, especialmente del agro y la industria, que ven en el mercado estadounidense una oportunidad de expansión bajo condiciones más favorables.
A su vez, Washington busca afianzar vínculos con gobiernos afines en la región en un contexto de competencia global con China. La Argentina, que históricamente mantuvo una relación oscilante con Estados Unidos, podría ahora ingresar en una etapa de mayor previsibilidad y colaboración económica, siempre y cuando logre sostener una política exterior coherente y equilibrada.
Ese “contagio” de la tensión geopolítica se traduce en una reorganización de las prioridades comerciales globales. Las decisiones estratégicas de las grandes potencias generan ondas expansivas: la Unión Europea adoptó sanciones contra Rusia que alteraron flujos comerciales, mientras México redefine su política arancelaria. En paralelo, proliferan tratados de libre comercio entre países que buscan agilizar el intercambio, pero que a la vez discriminan a quienes quedan fuera de esos acuerdos. “La geopolítica influye mucho, no solamente en contra, también a favor”, remarca Elizondo, en diálogo con Punto biz, para explicar que en muchos casos estos tratados redefinen el acceso a mercados y el posicionamiento competitivo de cada economía.
Según el analista, la Argentina mantiene hoy tres grandes iniciativas comerciales en marcha: un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea, un tratado bilateral con Estados Unidos —aún sin detalles públicos— y negociaciones con el bloque Efta (Asociación Europea de Libre Comercio). En términos prácticos, hasta ahora el país no fue mayormente perjudicado por el nuevo orden geopolítico, aunque tampoco logró capitalizar ventajas significativas. Todo dependerá de cómo concluyan esas negociaciones y de qué manera se gestionen los intereses estratégicos que están en juego.
Sectores y efectos: señales mixtas
En este escenario de realineamientos globales, surge una pregunta inevitable: ¿qué sectores de la economía argentina se ven hoy más beneficiados o perjudicados por esta reconfiguración? Por ahora, no hay un impacto directo de gran magnitud. En el plano agrícola, los precios de los granos bajaron respecto de meses anteriores, pero esa caída no responde a causas geopolíticas. En cambio, el comercio bilateral con Estados Unidos muestra signos positivos: ese país se convirtió en el segundo mayor destino de las exportaciones argentinas, superando a China.
Del otro lado del mapa, la relación comercial con el gigante asiático atraviesa una retracción, aunque más vinculada a los problemas internos de su economía que a las tensiones globales. La demanda china se redujo y, con ella, los precios de ciertos productos. No hay señales de que la Argentina haya sido alcanzada de forma significativa por la guerra comercial entre Washington y Pekín.
“Sí existe una excepción en sectores puntuales: el acero y el aluminio exportados desde Argentina hacia Estados Unidos se vieron perjudicados por un aumento de aranceles”, precisó Elizondo. Sin embargo, aclaró que esa medida responde más a políticas proteccionistas impulsadas por la administración Trump en su momento que a decisiones propias de la nueva lógica geopolítica. De todos modos, existen conversaciones en curso con Washington para alcanzar un acuerdo bilateral más amplio que podría mejorar el acceso de diversos rubros al mercado norteamericano.
Más allá de esos casos específicos, no hay evidencia contundente de que la geopolítica esté afectando de manera negativa a los sectores exportadores argentinos. En contraste, hay indicadores alentadores: las exportaciones totales del país crecen a un ritmo superior al 6 % anual, lo que demuestra que la inserción comercial no solo se mantiene, sino que se expande a pesar del entorno volátil.
La ventana de oportunidad
Elizondo insiste en que la Argentina podría transformarse en un actor con mayores ventajas si logra aprovechar el hecho de no estar directamente involucrada en las disputas geopolíticas globales. Esta “neutralidad relativa” puede abrirle puertas que otros países tienen cerradas o limitadas. “Al no tener problemas geopolíticos, podemos tener capacidad de acceso a mercados”, afirma el consultor. El ejemplo más evidente es Estados Unidos: si se concretara un acuerdo comercial bilateral, la Argentina partiría de una mejor posición arancelaria que economías como Brasil o India. “Estados Unidos nos aplica un arancel de apenas 10 %, mientras que a otros países les aplica hasta un 50 %”, detalló.
Esa ventaja comparativa puede resultar clave, especialmente si el país logra fortalecer su oferta exportadora con estándares acordes al mercado internacional. No obstante, Elizondo advierte que no alcanzará con mejorar condiciones arancelarias si no se incrementa de manera significativa el volumen exportado. Hoy la Argentina representa apenas el 0,3 % del comercio global, una cifra que limita su capacidad de negociación. Según el especialista, el país debería exportar entre 60 % y 70 % más para que su participación sea verdaderamente relevante.
¿Cómo posicionarse entonces ante este nuevo mapa? Elizondo es categórico: la Argentina debe priorizar una agenda de inserción internacional ambiciosa y sostenida. Eso implica cerrar los acuerdos de libre comercio ya iniciados —con la Unión Europea, Efta y eventualmente con Estados Unidos— y promover nuevas negociaciones desde el Mercosur con socios que ofrezcan una complementariedad más realista y menos competitiva. El consultor menciona mercados como Canadá, Corea del Sur o Japón, donde hay oportunidades concretas si se avanza con inteligencia y visión estratégica.
En definitiva, el mundo atraviesa un proceso de redefinición comercial que va más allá de lo económico y responde a lógicas geopolíticas profundas. La Argentina no figura entre los países más golpeados por esta nueva configuración, pero tampoco puede darse el lujo de quedarse al margen.
El tiempo no es infinito. Los países que ya están cerrando acuerdos bilaterales o regionales consolidan ventajas estructurales para sus empresas. Cada año que pasa sin avanzar implica un costo de oportunidad. En un mundo donde los tratados de libre comercio son el pasaporte a la competitividad, quedarse afuera significa perder mercados, inversión y empleo. La Argentina aún está a tiempo, pero debe moverse. Y rápido.
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