Cuidado con "ese pequeño" que nos acompaña hasta en el baño

Mira a tu alrededor, cuenta exactamente cuántas personas lo tienen ahora en sus manos. No importa dónde te encuentres, un colectivo, un bar, una sala de espera, tu oficina, el gimnasio, o una reunión social, él está presente. Menos de 20 centímetros y unos 200 gramos bastan para intervenir en casi todas las actividades de nuestras vidas. Hemos dejado entrar a "ese pequeño" hasta en nuestros actos más arcaicos, cómo alimentarnos o ir al baño. 

Ya sabes de quién estamos hablando? Sí, de cuasi nuestro mejor confidente, el teléfono.

El teléfono es hoy muchas cosas, y aunque  continuamos llamándolo de la misma forma, dista mucho de aquel aparato con cable enroscado que teníamos en casa.

Él ha evolucionado. Ahora bien, ¿fue adaptándose para mejorar nuestra calidad de vida? 

La respuesta es controversial, lo de la telefonía es solo un aspecto porque nos resuelve muchas otras cosas: despertador, calculadora, agenda, GPS, enciclopedia, billeteras, diarios y más.

El usuario promedio supera ampliamente las dos horas diarias, chequeamos nuestro teléfono unas 200 veces por día y una importante encuesta arrojó que un  gran porcentaje de los argentinos tiene como primera acción de su día encender los datos móviles y el wifi para ver si " ha ocurrido algo"  

¿Qué buscamos realmente? Que loco tener algo tan automatizado estando aún casi dormidos.

Pero entonces, ¿somos adictos al teléfono? ¿Qué nos ocurre cuando no lo tenemos? ¿Sentimos ansiedad?

 Según Federico Lande,psicólogo y especialista en ciberpsicología, no somos adictos al celular, pero sí podemos serlo a sus aplicaciones. 

Lande cuenta que estudios correlacionales han mostrado que el uso excesivo de las redes sociales se asocia con diversos problemas de salud mental como ansiedad, depresión, estrés y baja autoestima.

Desde la ergonomía podemos afirmar que un alto porcentaje de usuarios utiliza su smartphone de manera inadecuada, inclinando hacia adelante la cabeza e incrementando la fuerza que los músculos cervicales deben hacer para sostenerla. La consecuencia directa de este hecho es el alto número de consultas que médicos y kinesiólogos reciben por dolor cervical, mareos y cefaleas. Y todas estas dolencias aparecen a edades cada vez más precoces. ¿Recuerdas haber tenido dolores de cuello o de cabeza a los diez años? Muy probablemente tu respuesta sea que no.

Todo lo que está pasando a nuestro alrededor invita a la reflexión, tal vez sea hora de cuidar nuestra salud física y mental, para trasladarlo luego hacia los más pequeños.

¿Cómo?

Que tal si empezamos por impedirle a  este aparato el estar presente en los actos más esenciales de nuestras vidas: comer, descansar y relacionarnos.

(*) Licenciado en Kinesiología y Fisiatría 

Director de

kinergo.ar