La startup que cambió a tiempo y pasó de la genética a la computación

Cualquier emprendedor tecnológico sabe que en las etapas iniciales de un proyecto de negocio escalable hay que demostrar versatilidad y vaya que pusieron dicha cualidad en juego los socios de Calice, una startup que es de las más recientes incorporaciones al portfolio de la aceleradora Innveture. Nacieron como una compañía para hacer edición génica de semillas de cáñamo a finales de 2018, pero el año pasado tomaron una decisión fuerte: eliminaron el laboratorio genético para dedicarse específicamente a la inteligencia computacional con el objetivo de modelar cómo se puede llegar a comportar determinado cultivo en un proceso de siembra.

Con base operativa en el campus de la Universidad Nacional de San Martín (Unsam) y una filial anotada en Delaware, la startup Calice viene de ingresar al catálogo del Innventure, el fondo de socios de Aapresid para estimular experiencias agtech. Dicho espaldarazo es la coronación de un proceso a través del cual la compañía dio un giro de 180 grados.

“La firma la fundamos a finales del 2018 cuando con Esteban Hernando, mi socio y biotecnólogo especializado en biotecnología vegetal, nos unimos para mixturar saberes. Yo me formé en biotecnología animal y fue así que le dimos vigor a la primera experiencia de Calice dedicada a la ingeniería genética. Puntualmente basamos el proyecto en la edición génica de cáñamo, un cultivo que para ese entonces se encaminaba a ser un desarrollo central del negocio agronómico, algo que finalmente no terminó siendo”, expuso Ramiro Olivera, fundador de la empresa, en contacto con Punto biz. Olivera además venía de pegarla con un desarrollo basado en la clonación de caballos deportivos que en su momento fue un boom en el mundo ecuestre.

El modelo inicial de hecho logró los primeros hitos. “Una primera ronda de inversión permitió hacernos de u$s700.000 para equipar un laboratorio que funcionó en el campus de la Unsam, además de montar un equipo humano basado en el desarrollo de herramientas de software, pero apalancado en expertos en biología molecular”, relató el socio.

Lo cierto es que más temprano que tarde cayeron en la necesidad de un ajuste del rumbo. “Con la infraestructura y el equipo de trabajo activos, caímos en la cuesta que, uno, la industria del cáñamo no había despegado, y dos, el grueso de nuestros clientes se interesaban más por las herramientas computacionales predictivas que habíamos desarrollado que por los servicios de edición génica en sí. Fue así que ajustamos el modelo a impulsar el costado comercial del análisis de datos agronómicos”, expuso.

“Hay que probar y es clave ser eficientes en el tiempo para verificar si ese rumbo es correcto o hay que corregirlo. Eso es lo que hicimos nosotros. De hecho decidimos donar a la Unsam un laboratorio genético de u$s400.000 del que estamos muy orgullosos para que otros puedan experimentar con esa tecnología que a nosotros en parte nos habilitó para conocer lo que realmente demandaba el mercado al que pretendíamos apuntar”, reflexionó Olivera.

Además de su socio inicial, el equipo de Calice está integrado por Pablo Romero y Andrés Rabinovich. Juntos están en plena ronda de inversión para levantar nuevo flujo de capital. “El plan es aumentar la capacidad comercial y mejorar la tecnología. Hoy somos 12 colaboradores en la startup”, repasó el biotecnólogo. La compañía ya opera con clientes santafesinos, tal el caso de Adecoagro que tiene establecimiento rural en el extremo sur de la provincia.