Cómo piensan los que triunfan lejos del pago

“Vivir en el exterior me hizo un mejor ciudadano argentino”, apuntó Ivo Sarjanovic, hoy consultor internacional especializado en mercados agroindustriales, radicado en Ginebra, Suiza. Lo que ganó con la distancia geográfica, dijo, no es solo el conocimiento recogido en su experiencia laboral en Cargill (estuvo a cargo del comercio de soja a nivel global en la compañía) sino también la perspectiva necesaria para evaluar lo que sucede en el terruño con otra cabeza, teniendo a la mano medidas y soluciones que funcionaron en otros países. Hay una frase que repite cuando da clases a estudiantes argentinos: “No se olviden que cuando allá empieza el día, yo ya estoy levantado”, en referencia a que estar lejos le da la ventaja de leer el “diario del lunes” antes del lunes.

No será un superpoder, pero es indiscutible que quienes crecieron en la región que tiene a Rosario como cabecera y luego partieron a otros lares para forjar una carrera destacada tienen una mirada diferente y valiosa de lo que sucede en el pago chico, y pueden aportar un plus. Por eso, Punto biz convocó a una selección de emigrantes notables, treinta historias de vida fuera de lo común de santafesinos que lograron un lugar de prestigio lejos de su tierra. Y aunque lleven más años como inmigrantes que los que vivieron en su lugar natal, siguen conectados con sus raíces quizá con la esperanza de que así no se han ido del todo no solo en el plano sentimental sino también en el laboral.

Es el caso del abogado especialista en derecho internacional Marcelo Kohen, que viviendo en Ginebra formó parte del equipo que destrabó el embargo de la Fragata Libertad que habían orquestado los fondos buitre en 2012, y hoy es el primer rosarino candidato a juez de la Corte de la Haya. Toda su vida abogó por la soberanía argentina sobre las Malvinas, participó de reuniones e instancias de diálogo internacional que propició el Gobierno para sostener su reclamo, y brindó conferencias sobre la temática en países remotos. Kohen donó sus honorarios a organizaciones del país cada vez que trabajó para Argentina, y aunque disfruta desde hace casi 30 años de la estabilidad suiza, cree que el mejor plan para las madrugadas de Ginebra es mirar los partidos de Rosario Central. Más curiosa aún es la anécdota de Raúl Romero, ingeniero jefe del Laboratorio de Jets a Propulsión de la Nasa, que confesó haber escondido la inscripción “Raúl, canalla de por vida” en uno de los vehículos aeroespaciales que construyó para una misión a Marte. Una de sus obsesiones es animar a los chicos y a los jóvenes de acá que pueden soñar con realidades tan ajenas como la Nasa y Marte. Durante la pandemia brindó charlas a alumnos de todo el país por Zoom, y el mensaje siempre fue que estudien, que experimenten, que se entrometan en todo.

Un sueño que tiene es replicar en Argentina los campamentos espaciales para niños que realiza la Nasa, y asegura que la mejor manera de invertir en el crecimiento económico de un país es invertir en la educación de los jóvenes.

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