El principio de incertidumbre en la gestión de personas

La metrología es la rama de la ciencia que estudia la medición de las magnitudes físicas, como la electricidad, la temperatura o la presión.

En ella hay un principio denominado "de incertidumbre" que dice, más o menos, que el valor verdadero de una variable no puede conocerse realmente nunca con plena certeza, ya que, tanto el proceso de medición como el propio instrumento que se usa para medir, afecta al valor de la variable que se mide. Esa afectación puede ser infinitesimal, pero existe.

En otras palabras, si medir algo lo modifica, cuando mido estoy mensurando "lo que mido" y no "lo que quiero medir"... (parece difícil pero no lo es tanto...)

Si cuando medimos algo lo alteramos y por tanto no accedemos a la realidad sino a su versión modificada por el propio proceso o sus protagonistas, entonces, cuando gestionamos personas también se produce el mismo - extraño - fenómeno.

Al ser nosotros, los gestores de personas, también personas plagadas por las mismas subjetividades, ambigüedades e incertezas que el "sujeto" de nuestra gestión, tanto el proceso de gestión como nuestra propia percepción, afectan de forma inevitable lo que queremos gestionar o ponderar.

Es así que nos tengamos que esforzar mucho para objetivar procesos que son invariablemente subjetivos.

Tanto la selección (como proceso de elección de los mejores postulantes para un puesto) como la evaluación de desempeño (como forma de calificar la performace de un colaborador), son quizás los dos ejemplos más evidentes de este principio de incertidumbre en la gestión de personas.

De hecho podríamos decir, sin temor a equivocarnos, que la persona que evaluamos en una entrevista, no es la persona que estamos seleccionando realmente, sino una versión alterada por el proceso al que está siendo sometida. Se manifiesta así, el principio de incertidumbre en uno de sus ejemplos más directos.

Si la física, con toda su solidez y trascendencia, no ha podido con el principio de incertidumbre, cuanto menos podemos presumir de objetividad en la valoración de las personas. Convivir con este fenómeno y saber de su existencia nos desafía a encarar la tarea con profesionalismo y, al mismo tiempo con la sabiduría de quien es consciente de sus limitaciones