Qué hacer para respirar mejor cuando sube la temperatura

El verano suele asociarse con descanso, actividades al aire libre y más movimiento. Sin embargo, para muchas personas también puede transformarse en una época compleja para respirar. Las altas temperaturas, la humedad y el aire cargado pueden intensificar síntomas respiratorios, en especial en quienes conviven con asma o enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC).

Aunque el frío suele llevarse la mayor atención cuando se habla de problemas respiratorios, médicos y especialistas advierten que el calor extremo también representa un desafío concreto para los pulmones. Y no solo en personas con enfermedades previas: incluso quienes no tienen diagnósticos respiratorios pueden experimentar sensación de ahogo o fatiga al respirar durante los días más pesados del verano.

El impacto del calor en las vías respiratorias tiene varias explicaciones. Según profesionales, el aire caliente puede irritar directamente los nervios pulmonares. Esa irritación favorece la inflamación y la contracción de las vías aéreas, lo que dificulta el paso del aire y puede generar tos, silbidos u opresión en el pecho.

A eso se suma la respuesta natural del cuerpo frente al calor. Para intentar enfriar los pulmones, el organismo dilata los vasos sanguíneos cercanos, lo que puede provocar hinchazón de los tejidos que rodean las vías respiratorias. Ese estrechamiento adicional complica aún más la respiración. Además, cuando la temperatura sube, la respiración se acelera. En personas con problemas pulmonares, ese ritmo rápido impide vaciar bien los pulmones y deja menos espacio para el ingreso de aire nuevo, intensificando la sensación de falta de aire.

El escenario se vuelve más complejo si se mira el contexto ambiental. El cambio climático está generando veranos más largos, más calurosos y más húmedos, incluso fuera de la temporada tradicional. A esto se suma una mayor presencia de polen durante más meses del año, lo que agrava los cuadros de asma y alergias. También aumentan otros factores irritantes para los pulmones, como el ozono a nivel del suelo, las partículas finas asociadas a incendios forestales, las tormentas de polvo y la aparición de moho tras lluvias intensas o inundaciones.

Frente a este panorama, los especialistas recomiendan extremar cuidados durante los días de calor intenso. Tener el inhalador siempre a mano, evitar cambios bruscos de temperatura y permanecer en ambientes climatizados en las horas centrales del día son medidas clave. El uso de ventiladores, incluso portátiles, puede ayudar a mejorar la sensación de aire en el rostro, mientras que la ropa liviana y holgada facilita la disipación del calor corporal.

La hidratación también cumple un rol fundamental: beber suficiente agua ayuda a mantener las secreciones pulmonares más fluidas, lo que facilita la respiración. En situaciones de calor extremo, duchas frescas o mojar manos y antebrazos con agua fría pueden colaborar para bajar la temperatura corporal general.

Si la dificultad para respirar aparece de forma repentina, empeora o no cede con estas medidas, es fundamental buscar atención médica. En personas con enfermedades respiratorias crónicas, contar con una red de apoyo (familiares, vecinos o sistemas de alerta) puede marcar la diferencia durante una ola de calor.

Cuidar la respiración en verano no implica resignar disfrute. Reconocer los riesgos, escuchar al cuerpo y adaptar las rutinas permite atravesar la temporada con mayor bienestar y reducir la posibilidad de complicaciones.