Metió dos al hilo: reconstruyó La Favorita y el Museo Estévez

El CEO de la constructora MSR Gabriel Redolfi no es rosarino de nacimiento, y por eso en su primer año de arquitectura, cuando unos compañeros lo citaron en la esquina de Córdoba y Sarmiento, no sabía adónde estaba yendo. Cuarenta años después su profesión lo llevó a encarar la remodelación del emblemático edificio y si bien la obra catapultó su popularidad, para él tuvo un componente simbólico y afectivo muy grande.

El 2023 para Redolfi puede resumirse como el año en el que le sucedieron “una serie de eventos singulares”, que no sólo pusieron a prueba los recursos de su empresa sino que también lo atravesaron como profesional y  persona. Sin dudas la obra de puesta en valor del edificio de La Favorita marcó un hito en ambos niveles pero también lo fue la remodelación del Museo Estévez, un lugar que forma parte de sus recuerdos más entrañables desde su época de estudiante de arquitectura.

¿Por qué fueron eventos singulares? Porque salen del estándar, y salirse del estándar para un profesional metódico y detallista, es algo que no suele estar en los planes. “Cuando empezamos un edificio equis tenemos todo parametrado y lo que no está calculado es porque sabemos que pueden surgir cambios pero eso también está previsto, sin embargo estos son eventos singulares, únicos, extraños y puntuales que no se van a repetir en la historia”, asegura Redolfi y suelta una de las frases en las que cree fervientemente: “El azar favorece a los espíritus preparados”.

“Fue una patriada”, dice sobre la obra de La Favorita. Es que el tema no fue llevarla a cabo sino hacerlo en seis meses. “Fue una inversión particular mía porque formé parte del emprendimiento  y también como ejecutor de obra, y así recibimos una carga de divulgación y popularidad que no es menor y que es justificada. En solo seis meses pusimos a punto, restauramos, refuncionalizamos, otorgamos servicios, entre muchas otras cosas a todo el complejo con un criterio de respeto a lo que era el lugar. Ese fue siempre el objetivo: volver a un espíritu de espacio abierto, de visualización común, de respeto hacia un edificio de casi 100 años”, describió.

Sin embargo, la frase de Pasteur que citó en el párrafo anterior la usó para referirse a otro de los “eventos singulares” del año como fue la remodelación del Museo Estévez. Es que en plena obra el azar hizo que un trabajador que estaba desmontando el piso encuentre a 30 centímetros de profundidad lo que terminó siendo una acequia del año 1790, un hallazgo de valor patrimonial que hoy constituyen los únicos restos arqueológicos de la Rosario del Siglo XVIII. 

Lo que podría haber seguido con pico y pala destrozando una reliquia, se detuvo al instante “gracias a un sistema de trabajo participativo y horizontal en donde a un ayudante de plomería le llamó la atención una estructura anómala a 30 centímetros de profundidad y llama a su capataz, él a su jefe de obra, y éste a mí que salí de la oficina corriendo y llegué en 15 minutos. Cuando vi que la situación nos superaba llamé a la Secretaría de Cultura y a partir de ahí junto con la Municipalidad empezamos a descubrir toda una serie de acequias que iban a parar al brocal del pozo de agua que alimentó hasta a la familia Ibarlucea y que luego la familia Estévez en 1925 tapó. Encontramos maderas selladas, restos de mamposterías, vidrios, y todo quedó a resguardo en el Museo”, recordó.

Si querés seguir leyendo la nota por Noelia Sciarratta, suscribite a Punto biz.