Armó un kayak inflable, el negocio no se pincha y activó planta

Walter Sidler es ingeniero industrial y el creador de Kamarán, un kayak inflable que diseñó apuntando a la practicidad y facilidad en el traslado. El proyecto creció, ganó premios y ahora el rosarino activó fábrica en Roldán. La planta, que cuenta con alrededor de 100 m2, cortó cintas en diciembre sobre el acceso a la ruta nacional A012, por calle Gálvez 115 bis.

Allí también se encuentra el local de venta al público de Kamarán, donde comercializan todos sus productos. “Antes teníamos un tallercito, una parte en Rosario y otra acá (en Roldán). Pero fuimos creciendo y dejando lo artesanal para empezar a hacerlo en cantidad y escala. Hoy estamos en una fábrica en Roldán con toda la maquinaria necesaria y produciendo 20 kayaks por mes”, relató Sidler a Punto biz. 

Con llegada a todo el país, el canal de venta principal es la página web. “Por el momento, no tenemos revendedores porque de esa manera tenemos un contacto directo con el cliente y nos permite saber qué corregir o mejorar respecto al producto”.

La creación se alzó con el concurso de diseño nacional “Innovar”, pero el pez gordo fue haber ganado la Bienal de Diseño Iberoamericana -en la categoría "diseño de producto"-, que podría permitirles dar el salto grande y cruzar el charco. “Nos abrió una ventana a España. El hecho de que esté expuesto allá ha despertado interés en la gente para comprarlo o venderlo. El tema de la exportación necesita cierta cantidad y flujo, es un objetivo a mediano plazo”, confió el emprendedor. 

Kamarán comenzó con la venta de un kayak simple, pero tiene en carpeta otros productos como el kayak doble -del que ya se realizó la preventa- y el prototipo de un motor para propulsión eléctrica del bote. “También queremos ir por los accesorios”, adelantó Sidler.

El desarrollo del producto comenzó hace casi tres años, pasando por múltiples pruebas y ajustes. Para perfeccionar el diseño y elegir los materiales adecuados, fue fundamental crear prototipos. Uno de los principales avances fue la reducción de peso: el kayak pesa solo siete kilos, mientras que una tabla de stand-up paddle inflable ronda los 14 kilos. Gracias a su estructura desmontable, se puede ensamblar y desensamblar rápidamente, lo que permite transportarlo con facilidad en una valija o mochila.