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Política

Efecto en Santa Fe

Las razones de un volantazo: es la economía, estúpido

Massa, el hombre elegido por el oficialismo.
Guillermo Zysman

La fórmula de unidad Massa-Rossi se explica en gran parte por el factor económico. El grueso del peronismo temió una corrida y posterior disparada inflacionaria por el escaso apoyo del binomio anterior y se impuso el pragmatismo  

Es la economía, estúpido. Aquella frase patentada por Bill Clinton en los años 90 donde privilegió lo económico por sobre lo político para imponerse en las elecciones norteamericanas explica en gran parte las razones del volantazo del armado electoral peronista a horas del cierre oficial. La “fórmula que no fue”, encabezada por Eduardo De Pedro no movía el amperímetro y generaba en el mercado y en el círculo rojo más dudas que certezas. El temor a una corrida y posterior disparada inflacionaria ante un escenario adverso de cara a la primaria de agosto actuó como detonante para habilitar el factor sorpresa. Y al caer la noche Sergio Massa se quedó con todo el poder en una jugada tan sorpresiva como pragmática.

La tan mentada fórmula de unidad peronista alumbró al filo del vencimiento del plazo legal para concretar las presentaciones más por necesidad que por convencimiento de las facciones en pugna. Lejos de los tiempos donde ostentaba una hegemonía política indiscutible, el PJ es hoy una de las tres minorías del escenario de tercios que describió semanas atrás Cristina Kirchner. Y en ese marco concentra sus fuerzas en no quedar fuera del ballotage de noviembre.

Gran parte de los gobernadores, un numeroso grupo de intendentes del conurbano y la mayoría de los dirigentes sindicales de peso del movimiento obrero alertaron sobre los efectos no deseados de una interna feroz entre De Pedro y Daniel Scioli, dentro de un oficialismo al que no le sobra nada y le faltan en especial resultados económicos.
La foto del jueves a la noche mostraba un escenario complejo para el ex Frente de Todos: un candidato oficialista desconocido para la inmensa mayoría que además generaba inquietud en el círculo rojo; un adversario interno que tampoco cosechaba entusiasmo, rivales competitivos y un posible tercer lugar en la noche del 13 de agosto que relegaba al justicialismo de cualquier chance seria de conservar el poder en octubre.

El lanzamiento informal de la fórmula Wado De Pedro con Juan Manzur no generó siquiera la adhesión esperada dentro del PJ. Apenas un puñado de gobernadores del norte dio su aval explícito mientras el resto empezó una rosca infinita para inclinar la cancha a favor del siempre ambicioso ministro de Economía.
El video de Wado donde le contaba al país su deseo de ser presidente, pero formalmente no se lanzaba se explica en parte por la crueldad que atraviesa a la política, en especial en tiempos de armados electorales. Pocos saben si realmente fue una jugada armada por el kirchnerismo para forzar el escenario de unidad, si realmente lo subieron y tuvo que bajarse ante el devenir de las negociaciones. O si hubo una mezcla de esas dos opciones que terminó al final ubicándolo en un lugar marginal de las crónicas políticas del cierre de listas.

A media mañana del viernes, mientras el país esperaba que Cristina Fernández y Sergio Massa dijeran algo sobre las candidaturas ya lanzadas para darle entidad a los rumores y spots enigmáticos, el gobernador de La Rioja Ricardo Quintela tiró una bomba. En una nota radial confió que el presidente Alberto Fernández estaba dispuesto a bajar la candidatura de Scioli a favor de Massa y evitar la interna siempre y cuando lograra ubicar al vice.

Esa declaración disparó frenéticas negociaciones durante todo el día que terminaron recién minutos antes de las 21 con el posteo oficial de la cuenta de Unidos por la Patria nominando a la fórmula encabezada por el titular del Palacio de Hacienda secundado por el jefe de Gabinete de ministros. Y la declinación de Scioli y De Pedro que terminaron oficiando de sparrings.
Massa se quedó con todo. La ansiada candidatura presidencial, por la que, en realidad, sin conocimientos técnicos económicos desembarcó hace un año en el Palacio de Hacienda para ordenar el barco que se hundía y usarlo como trampolín a sus ambiciones. Y se quedó con la foto forzada de la unidad peronista, más por espanto que por amor entre las partes.
Se asegura además semanas de relativa pax cambiaria y financiera. Intuye el ex intendente de Tigre que el mercado leerá con buenos ojos que el candidato del oficialismo es el hombre que maneja la economía del país, con buen diálogo con el establishment y en especial con Washington. Justo en semanas clave donde deben renegociarse a contrarreloj vencimientos por 2.700 millones de dólares con el Fondo Monetario Internacional.

Alberto Fernández recuperó al menos algo de tinta de una lapicera gastada. El presidente saliente logró al menos forzar un cambio de planes rotundo en el oficialismo y pudo colocar a uno de sus pocos leales, el jefe de Gabinete Rossi dentro del binomio de Unión por la Patria.

Cristina Kirchner cedió centralidad en los primeros casilleros, pero con altas dosis de pragmatismo retuvo cuotas de poder indisimulables dentro del espacio. Massa no es precisamente su enemigo interno, pero tampoco su aliado incondicional. Es todo eso a la vez. Fue su jefe de Gabinete tras el conflicto con el campo en 2008 y terminó siendo quien la enfrentó en las elecciones de 2013 para frenar el proyecto de Cristina eterna. Fue el que dijo que nunca más iba a compartir una gestión con “los ñoquis de La Cámpora”, a ser el presidente de la Cámara de Diputados de la fórmula Fernández-Fernández. Y finalmente fue el ministro de Economía de la unidad peronista surgido en el convulsionado junio de 2022 tras la salida de Martín Guzmán y Silvina Batakis en plena corrida cambiaria y aceleración inflacionaria.

Con los detalles del cierre del viernes, el kirchnerismo se aseguró resortes de poder clave en el Congreso: Máximo Kirchner encabezará la lista de diputados nacionales bonaerenses y a Wado le dieron el premio consuelo de liderar la lista del distrito para el Senado nacional. Y especialmente en la madre de todas las batallas, la provincia de Buenos Aires donde Axel Kicillof buscará su reelección para darle refugio a todos los seguidores de la jefa.

La fórmula peronista contiene además a un santafesino, Agustín Rossi, producto de un proceso de unidad y síntesis dentro del PJ provincial al menos para el armado de listas para renovar las cuatro bancas sobre diez que el espacio pone en juego en los comicios de octubre.

De todos modos, la nominación de Rossi en el binomio del oficialismo tampoco garantiza que el peronismo santafesino empiece a tener peso específico en el concierto nacional. Desde hace meses tiene dos ministros en lugares clave del poder presidencial (la jefatura de Gabinete que ejerce el propio Rossi y el ministerio de Transporte e cargo a Diego Giuliano) y aun así las decisiones del PJ se toman casi el exclusivo predicamento de porteños y bonaerenses. Fueron horas de intensos cabildeos, negociaciones, traiciones y lealtades. Ahora los jugadores deberán salir a la cancha para captar el voto ciudadano en un clima de hartazgo social, violencia, inflación sin techo y desaceleración económica.

 

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