La baja participación destiñó los resultados de las elecciones

La elección para elegir convencionales constituyentes, histórica y determinante para darle un nuevo marco al Estado y legislar derechos ciudadanos en Santa Fe, ha sucedido. Sin el peso ni la participación que ese proceso merecía y necesitaba. Ese es el primero de los elementos que debería obligar a una lectura crítica y minuciosa por parte de la dirigencia política.
Ni siquiera puede decirse que lo sucedido es una sorpresa. Se marcó en esta misma columna, semanas atrás, lo que podía pasar: la participación del electorado venía en baja en los últimos años. El desinterés reinante con un sistema que desde hace mucho tiempo no ofrece respuestas a la ciudadanía es evidente.
La tendencia que se observaba en las últimas compulsas electorales se profundizó el domingo pasado: apenas el 55,37% del padrón participó de un comicio trascendental. Pasarán varias décadas para que se repita. Ni eso movió el amperímetro. Fue la participación más magra desde el retorno de la democracia.
El dato tiende a empeorar si se tiene en cuenta que unas 143 mil personas (9,36%) cumplieron con el trámite, pero eligieron la opción de votar en blanco o su sufragio fue directamente anulado. Dicho de otro modo: apenas el 46% de los ciudadanos santafesinos terminó optando por un candidato o se vio seducido por una propuesta. De los 2.834.383 habilitados 1.337.293 se inclinó, directamente, por no ejercer su derecho. Un elemento que interpela a todos los que participaron del proceso electoral.
El ausentismo es un componente central para elaborar cualquier análisis. Si se tuviera en cuenta el total de quienes componen el padrón, el gobernador Maximiliano Pullaro, cuya lista fue la más votada y se impuso en la totalidad de los departamentos en los que se divide la provincia, alcanzó el 17,47% de las adhesiones.
Los 495.115 votos que cosechó la lista que encabezaba representan un magro universo dentro del total de los electores que estaban en condiciones de votar en la Provincia que él mismo gobierna. Un número escuálido e inquietante. Lo mismo podría decirse del 7,64% que se inclinó por Juan Monteverde, del 7,09% que apostó por el libertario Nicolás Mayoraz, del 6,21% que confió en Amalia Granata, del 4,24% de Marcelo Lewandowski o del 2,82% de Alejandra Oliveras.
Un dirigente con peso dentro del universo de poder santafesino confió días antes de las elecciones que si finalmente decidía votar menos del 50 por ciento de los habilitados en el padrón, el sistema democrático santafesino entraba en una zona peligrosa e inquietante. Estuvo cerca de suceder. ¿Tomará nota la política o el deterioro puede acentuarse?

Ganadores y perdedores

Hecha la salvedad de una elección que tendrá su legitimidad lesionada por la baja participación ciudadana, habrá que marcar que Pullaro puede celebrar el objetivo que se impuso y que le marcó a los integrantes de la coalición de gobierno que lidera antes de arrancar la campaña: ubicar a Unidos como la primera minoría, con amplia ventaja por sobre el resto y a escasa distancia de tener mayoría en la Asamblea Constituyente.  
Con 33 convencionales sobre un total de 69, el gobernador ha quedado a las puertas de manejar la reforma casi a su antojo. Ya no sólo el manido tema de su propia reelección. El marco de leyes y derechos que están en debate se tratará al ritmo y con las conveniencias que imponga el mandatario santafesino y su coalición integrada por radicales, socialistas y el PRO.
Dos senadores del peronismo electos el domingo para la Convención ya levantaron la mano para confirmar que acompañarán iniciativas de Pullaro, incluida su reelección. Es un hecho que los tres representantes que coló la ex boxeadora “Locomotora” Oliveras también estarán del lado del radical.
El mandatario se podrá dar por satisfecho con eso. Pero no todo es felicidad en la Casa Gris. Pullaro tomó nota del bajo nivel de participación que tuvo la elección. Debería hacer un mea culpa por la escasa difusión que le dio al proceso electoral. Quizás la desinformación lo ayudó a obtener la victoria que pretendía, aunque también colaboró con un ausentismo que puede volverse como un boomerang hacia él. No es lo único que podría haberle generado un disgusto.
Un par de días después de su triunfo, Pullaro reunió a 600 funcionarios en la capital provincial para analizar lo sucedido, pero también la marcha de la gestión y los pasos que deberán darse en el futuro. No hubo euforia en el encuentro. El gobernador pidió redoblar el trabajo, reclamó austeridad y modestia a pesar del triunfo. Hay guarismos que lo descolocaron, que le pesan y que lo obligan a recalcular algunos movimientos. En Rosario y en Santa Fe ganó, pero con un respaldo que no se acerca a lo que esperaba. De hecho fueron los dos lugares con menor cosecha.  
Si en lugares como San Martín (51,94%) o General López (49,84%) se apoderó de la mitad del electorado que fue a votar, en Rosario apenas alcanzó el 27,73% –fue el lugar en el que el PJ estuvo más cerca– y en Santa Fe el 30,31%.  
Estos resultados obligan al gobernador a revisar elementos de su gestión porque finalmente, en las poblaciones donde más trabajó para revertir el desmadre de la seguridad y más obra pública volcó, no terminó consiguiendo los resultados esperados. Es evidente que el interior productivo de la provincia ha valorado mucho más sus políticas. O quizás, sectores del gremio docente o trabajadores públicos le han dado la espalda. Es parte de una sintonía fina que hace ahora mismo Unidos. Porque en junio habrá una nueva elección.
Si Pullaro, que terminó imponiéndose de este a oeste y de norte a sur tiene cuestiones para revisar, ¿cuánto queda para los otros? Hay derrotados y heridos por la elección. Pablo Javkin y su principal alfil, Ciro Seisas, son dos de ellos. También Marcelo Lewandowski, al que el quinto lugar alcanzado lo aleja irremediablemente de la reclamada conducción del peronismo provincial. Entre los vencidos podrían mencionarse también a Mayoraz o a Karina Milei, en definitiva la responsable de armar la estrategia de La Libertad Avanza en Santa Fe. Los libertarios apostaron al sello y a la gestión nacional como principales argumentos para levantar a su candidato. Le erraron feo.
Era tal la seguridad que tenía la hermana presidencial de que obtendrían un buen resultado y que LLA quedaría ubicada como la principal fuerza opositora –una medalla que finalmente quedó para el PJ de la mano de un extrapartidario como Monteverde–, que cuando asomó la posibilidad de un acuerdo con Granata hizo todo lo posible para impedirlo. Lo pagó caro. Apenas pudo sonreír con una buena performance en Rosario.  
Monteverde, Granata –con resultados que superaron las expectativas y la ubicaron cerca de LLA–, Juan Pedro Aleart y Oliveras, además de Pullaro, son algunos de los que tienen motivos para celebrar. Cada uno a su modo. Eso, siempre y cuando, pasen por alto el desinterés de la ciudadanía. Ese elemento teñiría de derrota cualquier análisis. Sin importar el color partidario que esté detrás.