Siete tristes realidades que debés asumir como líder para no desilusionarte

Nadie puede discutir que situarse en el rol de líder implica un deseo de ser admirado por los demás. Como dirían los psicoanalistas, se trata de una búsqueda de amor. Precisamente por eso, está lleno de alegrías pobladas de imaginación e idealizaciones de las que la poesía se ha nutrido y nutre día a día. Sin embargo, muchas veces el amor no es correspondido o no es exactamente eso que se suponía. 

Estas son siete tristes realidades que debés asumir como líder para no desilusionarte:

1. Todos cumplimos un ciclo

Las personas podemos sostener nuestro lugar en una organización por un período, y la mayor parte de las veces no será hasta nuestro retiro. Está comprobado que nuestra curva de motivación y rendimiento desciende con el tiempo. Que funcionamos mejor mientras una tarea nos entusiasme, y que el valor que podemos aportar a la misma organización va menguando con el tiempo.

Tener esto claro implica que, por más que hagas todo lo posible por retener a alguien, si es valioso, en algún momento buscará otros horizontes y se irá. Y si no lo es, deberás concientizarte y tomar la decisión de desvincularlo o trasladarlo a otra área. Ningún colaborador será eterno, afirmación que también vale para nosotros mismos.

2. No sos el padre de tus colaboradores

Muchos líderes bien intencionados se ubican en un lugar paternal, tratando de criar a sus subalternos por medio de sucesivas enseñanzas respecto de lo que está bien o mal. En realidad, se trata de una práctica francamente inútil. Desde tu lugar podés ayudar a orientar a un empleado y acompañarlo en situaciones difíciles, pero la maduración es un proceso ciento por ciento subjetivo y será él quien deba atravesarlo, según sus propias ganas y en los tiempos que elija.

3. Sos una parte vital en los resultados, pero no la única

Tanto en los éxitos como en los fracasos, tus colaboradores y vos son protagonistas. Pero no descuidés el contexto, que también juega un rol preponderante en el marcador. No te ilusiones con que sos indispensable ni te juzques de forma lapidaria cuando las metas no se logran. 

4. Nunca te sentirás suficientemente reconocido

Levante la mano la persona que jamás oyó a su jefe gritar a los cuatro vientos:“¡Estoy harto de que ni en mi casa ni en esta empresa se me escuche!”. En términos psicoanalíticos, la demanda de amor es insatisfecha por definición y si, como decía más arriba, también el liderazgo es una cuestión amorosa, está condenado a sufrir por lo mismo. 

5. Tus colaboradores son diferentes a vos

Tolerar las diferencias es lo que hace posible el efecto sinérgico en los equipos. Es usual que los líderes elijan a los miembros de su equipo a su imagen y semejanza, pero es más recomendable pensar más allá de la comodidad, incorporando a alguien con ideas y pensamientos que no sean similares a las tuyos.

6. Ninguna decisión que tomés va a pasar desapercibida

Siempre vas a estar expuesto, y deberás pagar el precio. Que no te sorprenda cuando, a los meses de haber realizado tal o cual cosa, alguien te lo recuerde de la nada. 

7. Siempre se te culpará de no comunicar lo suficiente

Si los colaboradores deben objetarte algo, preparate para que sea eso. Sabemos que nunca es posible decirlo todo, así sea nuestro deseo. Es más, hay mucha información a la que solo los líderes acceden que deben filtrar, ya que si no lo hicieran así, sería una patente irresponsabilidad.