Caos en los bancos: crónica de un desastre anunciado

Todo el esfuerzo colectivo de la cuarentena se puso en riesgo este viernes 3 de abril por una conjugación de falta de previsión, indolencias y acciones que privilegiaron intereses corporativos por sobre los del conjunto social. 

Las autoridades del Banco Central, de la Anses y de cada banco en particular conocían a ciencia cierta cuántos jubilados aún no habían podido cobrar sus asignaciones de marzo. ¿Cómo nadie pudo prever que los viejos iban a saturar el escuálido esquema para atenderlos que se puso en marcha este viernes?, más aún cuando también debía cobrar una porción de los beneficiarios de la asignación universal por hijo y el nuevo subsidio de $ 10.000. 

Los jubilados que no habían podido cobrar estuvieron reclamando durante dos semanas. Saturaron los teléfonos de la Anses, de los bancos y de los medios de prensa tratando infructuosamente de obtener una respuesta. Y cuando se los convocó a cobrar ni siquiera se informó adecuadamente hasta cuando se iba a extender en el tiempo la posibilidad de cobro. ¿Qué otra cosa se podía esperar que pasara distinto del zafarrancho que se armó?

El desastre que se vio en la city puso en  riesgo los esfuerzos de dos semanas de cuarentena afectando justo al segmento etáreo de la población que mayor protección requiere. Se trata de una metida de pata al cuadrado, demasiada culpa para que haya un único responsable. Para hacerlo debieron concurrir varios actores: 

1- El presidente del Banco Central, por no imponer que los bancos debían ser considerados tan esenciales como salud, fuerzas de seguridad y transporte en la cuarentena. Y por autorizar formas de funcionamiento light para la reapertura, con el concurso de trabajadores bancarios “voluntarios”. 

2- El titular de la Anses, al que ni siquiera se le ocurrió armar un diagrama para que los jubilados no se amontonaran y fueran cobrando por número de documento.

3- Los banqueros, incapaces de asumir la responsabilidad que tienen de cara a la sociedad. Si el común de la gente ya los odia, con esta indolencia para atender adecuadamente esta situación juntaron algunos puntos más. 

4- El titular del gremio bancario, quien puso piedras desde un principio para evitar un esquema de guardias en los bancos. Al final se terminó armando planteles escuálidos de empleados para atender a una multitud, y con sola una porción de las sucursales abiertas. A diferencia de otros trabajadores como los de la sanidad, colectiveros, médicos que se expusieron al coronavirus sin chistar y reciben un homenaje popular todas las noches, los bancarios no serán recordados por su solidaridad. 

5- Es atendible pensar que el presidente de la Nación tiene un cúmulo de cuestiones a resolver en medio de la pandemia, pero aún así resulta inentendible entender cómo se le puede haber escapado esta tortuga. Alberto Fernández no tuvo empacho en fustigar a los empresarios por “miserables” pero no supo cuadrar a banqueros y sindicalistas para que hicieran las cosas bien.   

Fernández ya tomó cartas en el asunto y la situación se empezó a encarrilar, con la apertura de los bancos el sábado y el domingo. Quizás ya sea demasiado tarde, que la suerte nos ampare.