Cuatro síntomas de que eres un profesional débil

El universo del empleo global debate hoy, más que nunca, los nuevos estilos de conducción de personas. Desde el positivismo al liderazgo consciente, pasando por estilos que están quedando en desuso, como los jefes gestores sólo de tareas operativas, este cambio de paradigma implica que, como trabajadores, se necesiten revisar las creencias y paradigmas que eran importantes hace tan sólo unos pocos años atrás.

Por eso son tan visibles los profesionales “débiles” dentro de las organizaciones. Del otro lado, están los que podemos caracterizar como “fuertes”. Independientemente del sector, nivel o industria en el que te desempeñes, ya sea empleado o por cuenta propia, las habilidades blandas asumen un rol protagónico. Se trata de lo que no se enseña en la universidad, aunque sí tiene que ver con las formas de vincularse más eficazmente entre unos y otros, ser más asertivos, con independencia para la toma de decisiones, auto motivados y con iniciativa propia. 

¿Puede un débil convertirse en fuerte? La respuesta es “sí” en ambos casos. Prácticamente todo se puede entrenar, siempre que la persona esté dispuesta y lo haga importante. Se trata de una elección individual acerca de qué tipo de profesional quieres ser: débil o fuerte. 

Los 4 síntomas:

1. Gritas con mucha frecuencia.  Gritar es signo de debilidad e inseguridad. El débil intenta imponerse a los demás sin demasiados argumentos. Herramientas para practicar: El fuerte, en cambio, se afirma en el intercambio de opiniones, criterios y en el proceso de que cada persona puede hacer un aporte de valor. Ejercita la comunicación asertiva. Puedes ser firme sin ser hiriente. 

2. Te frustras y decepcionas. La inacción y la reactividad son propias del profesional débil.  Sus umbrales son muy bajos, por lo que tiene serias dificultades para tolerar todo aquello que no entra dentro de sus parámetros; de allí que suele afirmar sin dudar: “Esto siempre aquí se ha hecho de esta forma, y yo no voy a cambiar”. Herramientas: observa cómo gestionan los cambios y transformaciones las demás personas; pregúntales; pide ayuda. Empieza aceptando las situaciones, y, en lo que no estás de acuerdo, propone al menos tres soluciones alternativas. 

3. Te cuesta trabajar en equipo.  Los débiles rehúyen al compromiso y a las responsabilidades. Cuando se ven obligados a sumarse a un equipo pueden adoptar dos actitudes: A) Se apartan y se silencian, quedando como simples observadores criticando a los demás; B) Sólo hacen aportes para tirar abajo el trabajo de los demás, criticándolos, ya que eligen no integrarse por escapar del compromiso que implica. Herramientas: Toma las riendas y participa; evalúa el escalón de aprendizaje que podrías obtener; haz propuestas que puedan ser mejoradas por el equipo. 

4. Eres poco flexible. Una clave determinante de la debilidad profesional de cualquier persona es su falta de flexibilidad. Por lo general, esto los deja fuera de carrera, ya que en cualquier actividad las cosas cambian todo el tiempo; además de ser un rasgo que probablemente lo traen del mundo personal. Herramientas: revisa tus creencias personales y los paradigmas. Desecha las que ya no te sirven en el presente profesional, y reemplázalas por otras que faciliten que pienses, observes y actúes en cualquier momento desde diferentes perspectivas. No hay una sola verdad, sólo hay distintas miradas de las cosas.