Ningún capricho: soñó con tener pastelería propia y va por la segunda

Después de nueve años en el ruedo y con la experiencia de manejar su propio negocio, Gabriela Giménez pensó que este contexto podía significar también una oportunidad para expandirse. Cuando abrió Capricho, su primer café boutique y pionero en la ciudad, la propuesta explotó. Y ahora está lista para cortar cintas de su segundo local a metros de Avenida Pellegrini. 

La vieja casona de Entre Ríos al 1700 abrirá al público en agosto próximo. Al estilo vintage del inmueble le sumará esa impronta “más new” del primer Capricho de Paraguay y Rioja. “Tiene mucho potencial y vamos a mudar la cocina ahí porque es más grande y cómodo”, le confió Giménez a Punto biz. El espacio cuenta también con una terraza, que piensa explotar cuando se flexibilicen las restricciones. Confía en el producto y proyecta franquiciarlo en un futuro, pero no es algo que ahora la desvele. 

Pudo atravesar el período más crítico de la pandemia con delivery y take away, modalidades que mantiene. Y aunque no hizo la diferencia, la idea de llegar el negocio al próximo nivel siempre estuvo presente. De hecho, su marido Martín Sternari dejó el trabajo y se metió de lleno. Y entre los dos proyectaron este nuevo desembarco. 

Gabriela es psicopedogoga, pero nunca ejerció. Y su corazón siempre estuvo ligado a la cocina. Hizo cursos, se fogueó en pastelería y memorizó las recetas de tortas de su abuela. “Fusionamos lo moderno con tradiciones mías y apuntamos a hacer el diferencial ahí”, dijo Giménez. Las mermeladas y tostadas caseras son otra tentación y de lo más pedido. Esa esencia puertas adentro es la que quieren conservar y llevar al nuevo inmueble. . 

Todo arrancó cuando Gabriela tenía 23 años y fue precisamente su abuela quien le dio la plata para invertir en el primer local. Encontró en su madre una aliada, pero cuando ella falleció siguió sola. En el medio tuvo gemelos y ahora Martín es su mano derecha. 

Abren de lunes a sábados, y piensan sumar los domingos de mañana solo para el edificio de Entre Ríos porque la zona es estratégica. “Nunca imaginé que iba a poder tener un negocio ahí. Siempre viví cerca y me parecía imposible llegar. Es un sueño”, contó la emprendedora, que le puso su sello inconfundible a la "torta de la abuela".