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Negocios

Son pioneras en el rubro

Amigas unieron fuerzas y se largaron a producir bebidas saludables

Por Redacción

Lanzaron un original producto y buscan penetrar en un mercado dominado por marcas premium. 

Antes de la pandemia, Vanesa Monroy y Melisa Himelfarb trabajaban en relación de dependencia y no pensaron que este contexto adverso las ayudaría a despegar. Siempre les gustó cocinar y lo hacían como hobby en comidas familiares o entre amigos. Pero ese pasatiempo se transformó en su tiempo completo cuando se largaron con un emprendimiento de bebidas fermentadas. Y apuestan fuerte a un segmento poco explotado en el país. 

Vanesa es realizadora audiovisual y Melisa tiene una base de nutrición y trabajó en dietéticas. Son amigas y conjugaron sus puntos fuertes para crear Fuzu. “Nos ofrecemos como una alternativa saludable en el rubro de las bebidas y la coctelería”, contó Melisa a Punto biz. Se especializan en kombucha y kéfir, aunque les gustaría también hacerse fuertes en el mercado de los tragos de autor. 

Las dos vienen del mundo de la alimentación saludable y se cuestionaban por qué pensar en esos productos como un medicamento. ¿De qué se trata? Son bebidas a base de té y agua con frutas fermentadas a partir de una simbiosis de bacterias y levaduras, que gasifican naturalmente. Ellas están detrás de todo el proceso y venden a mayoristas y minoristas, con la idea de llevar la propuesta a los restaurantes. “Queremos llegar a un público que no busca lo estandarizado, las gaseosas de marca. Apuntamos a quebrar la industria", refirió la emprendedora. 

Tanto el kéfir como la kombucha se venden en botellas de medio y un litro a $160 y $260. Por ahora sólo trabajan con el modelo de plástico apto para alimentos, aunque próximamente van a pasar al envase de vidrio. Como es un producto artesanal, procuran que llegue al cliente lo más pronto posible. No es que se venza, pero empieza a cambiar el sabor por la fermentación y se torna más ácido. “La idea es migrar a la botella de vidrio, aunque usamos un plástico apto para alimentos. Y lo importante es que tenga un cierre hermético”, confió Vanesa. 

El kéfir está listo en 48 horas, pero la kombucha lleva un poco más de tiempo –alrededor de cinco o seis días–. Los procesos varían con la temperatura y en el invierno es un poco más lento hacer que fermenten. “Lo primero con lo que la gente asocia lo fermentado es a lo putrefacto y no es así. Hay que cambiar un poco la cabeza en ese sentido y conocer sus beneficios”, sostuvieron. Y aunque saben que bares de kombucha hay muchos por el mundo, su apuesta por el mercado doméstico es claramente un diferencial. 

 

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