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Dietas bajas en carbohidratos: ¿positivas o peligrosas?

Por Redacción

En la era de la fobia a los carbos, la alimentación llamada cetogénica cobra nuevo impulso. Qué impacto tiene en el organismo.

“Las dietas tipo Atkins o paleo corresponden a lo que se denomina dieta cetogénica. Se llaman así por los cuerpos cetónicos que se producen al reducirse el consumo de carbohidratos y aumentarse en el organismo la utilización de grasas como fuente de energía. Las dietas cetogénicas se utilizan desde hace décadas para perder peso. Si bien es cierto que facilitan la pérdida de peso, presentan múltiples efectos negativos en la salud” explica la Dra. Mónica Katz, Médica especialista en Nutrición.

 

Las personas cuentas con tres recursos posibles de combustibles disponibles: carbohidratos, proteínas y grasas. En este tipo de dietas, para compensar la disminución de los hidratos de carbono, se incrementa el aporte de proteínas y especialmente el de grasas.

 

 

“Hay planes cetogénicos en los cuales se permite consumir frutas y/o vegetales, pero en cantidades muy controladas. Otros eliminan por completo toda fuente de hidrato: leche, cereales, harinas y también, frutas, verduras y legumbres. En este tipo de dietas, se consumen, casi de forma exclusiva, carnes rojas, embutidos, pescados, quesos, huevos y grasas” agregó Katz.

 

A diferencia de una dieta balanceada, la cetogénica genera aumento de los niveles de ácido úrico, lo que incrementa el riesgo de sufrir gota o cálculos renales. Además, al ser ricas en grasas saturadas y colesterol, aumentan el riesgo cardiovascular y provocan la movilización del calcio óseo, favoreciendo la osteoporosis. Por ser bajas en fibra, generan constipación. Al eliminar alimentos ricos en carbohidratos, que a su vez, son ricos en vitaminas y minerales, pueden ocasionar deficiencias de algunos micronutrientes.

 

 

Aunque con este tipo de dietas se visualiza una reducción importante en los primeros meses, a partir de los ocho a doce meses no existe diferencia con las dietas balanceadas, por lo que, a largo plazo, no representan una ventaja. Aunque la obesidad es un problema complejo, una dieta convencional, variada, balanceada y placentera, con una proporción adecuada de proteínas, grasas e hidratos de carbono en la porción justa, acompañada de ejercicio físico y técnicas de afrontamiento de las emociones y manejo del estrés, sigue siendo la forma más saludable para perder peso. 

 

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