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Alimentación simple: la receta para vivir 100 años

Por Redacción

Los pueblos longevos tienen en común el consumo de alimentos naturales, locales y orgánicos.

Para la mayoría de las personas la palabra “dieta” es sinónimo de régimen; sin embargo, etimológicamente, proviene del griego dayta, "modo de vida". Hablar de cómo nos alimentamos es hablar de cómo somos: nuestros gustos, familia, adscripción étnica, actividades y horarios, edad, género y tanto más.

 

Precisamente porque la comida forma parte de un tejido social más amplio, es que los regímenes que “empiezan el lunes” no funcionan. Y es que no construyen hábitos, esto es, una nueva manera de vincularnos con los alimentos. Forzarnos a seguir un régimen es como encajar en un rompecabezas una pieza de otro juego. Quien alguna vez ha intentando cambiar su alimentación seguramente ha notado al inicio, y no sin sorpresa, cómo esto tuvo implicancias en sus espacios sociales, festejos familiares, hábitos de compras, dinero destinado a alimentos, horarios, etc. Cambiar la alimentación implica un cambio en el modo de vida.

 

Como especie, nuestro cuerpo tiene necesidades biológicas específicas: oxígeno, agua, luz solar, descanso, movimiento y una alimentación determinada. Cuando, por diversos motivos, nuestro cuerpo no puede satisfacer estas necesidades nutricionales, se enciende la señal de alarma y enfermamos.

 

Lo complejo del asunto reside en que, inexorablemente, la forma que reviste el hecho biológico de la alimentación está dada por la cultura. Hay tantas maneras de alimentarnos como pueblos en la historia. Claro que algunas poblaciones han escuchado a la naturaleza más que otras.

 

Así, encontramos zonas donde se consumen principalmente alimentos naturales, y vemos que allí son frecuentes los pobladores longevos, de más de 100 años, como Cerdeña (Italia), Okinawa (Japón) y Vilcabamba (Ecuador), y otras donde la esperanza de vida apenas araña los 70 y abundan los comestibles ultraprocesados. Desde los inuit en Alaska, con una dieta alta en grasas y proteínas animales, hasta los hunza en el Himalaya, donde el consumo de carne es ocasional, el común denominador de la longevidad y la salud parecería ser el consumo de alimentos naturales, locales y orgánicos, sin aceites vegetales refinados, azúcar o sal, y mucho menos alimentos industrializados.

 

El secreto para mejorar la alimentación es que el punto de partida contemple esta singularidad única y perfecta que cada ser humano es:la confluencia de sus necesidades biológicas, su cultura y su situación biográfica subjetiva.

 

El desafío que tenemos por delante: reconciliar la cultura con la biología, la mente con el cuerpo, la razón con el instinto, la posmodernidad con la prehistoria. Construir nuevos hábitos cotidianos que nos ayuden a recuperar y a mantener la salud, la vitalidad y el bienestar físico-psico-emocional como nuestro estado natural.

 

¿Y cómo empezamos a poner esto en práctica? Volviendo a una alimentación natural, aquella a la que está biológicamente adaptado nuestro organismo: bebiendo agua cuando tenemos sed, incluyendo un 50% de alimentos como vegetales, frutas, tubérculos y semillas, comiendo sólo cuando tenemos hambre real y descansando cuando tenemos sueño. En ser simples está el desafío.

 

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