Origen, apogeo y derrumbe: la historia de Casa Bleger

Isaac Bleger llegó a Rosario, como tantos inmigrantes, a principios del siglo XX, oriundo de Europa del Este. Para hacerse un porvenir, arrancó a trabajar con un carro vendiendo mercadería en el centro, le fue bien y con los primeros pesos que juntó fundó un local a la calle: Casa Bleger, en San Luis, casi esquina Entre Ríos. Fue en 1913 cuando comenzó la historia de este tradicional negocio de la ciudad, que vivió décadas de éxito comercial pero que con el paso del tiempo, cambios en las formas de consumo y de mando, terminó sucumbiendo.

En los primeros años, Casa Bleger funcionaba como un polirrubro, que ofrecía todo tipo de productos, hasta encontrar el nicho definitivo: la papelería comercial.

Cuenta Damián Bleger, actual subsecretario de Energías Renovables de Santa Fe y nieto del fundador de Casa Bleger, que Isaac, su abuelo se asoció con Isaías Goldvarg, quien años más tarde se hizo del paquete accionario mayoritario del negocio, aunque siempre se conservó el nombre de la firma. Como Isaac falleció a temprana edad, fue su hijo David quien debió tomar parte de las riendas del negocio con tan solo 18 años, en sociedad con la familia Goldvarg. Casa Bleger vivió sus años de esplendor a mediados del siglo XX y hasta entrados los años 80. “Tengo muy gratos recuerdos del trabajo, en época escolar, por ejemplo, se laburaba de lunes a lunes, hasta los domingos había dos cuadras de cola para hacer los pedidos escolares”, describió Bleger, en diálogo con punto biz.

Vaya paradoja, esas cuadras de cola que marcaron su apogeo la terminaron sacando de circulación. En los 90 se hicieron fuertes cadenas como Tomy y Lader, que con un formato de autoservicio más amable para la clientela tomaron posiciones dominantes en el mercado en desmedro de los negocios tradicionales. Tiendas como La Cubana o el propio Tomy integraron la papelería al negocio del juguete.

Sobre llovido mojado, la venta de artículos de librería irrumpió en las grandes cadenas de supermercados, que tomaron una parte del negocio.

“Salíamos del colegio, y como no había tantas actividades, íbamos al negocio a pasar la tarde. Incluso mi hermano, Diego Bleger, trabajó varios años en la librería. La calle San Luis era todo como una gran familia, estaba el local de golosinas Zurigo, Quesolandia y la primer dirección de la librería Ameghino”, recuerda el actual funcionario.

En 2001, cansado después de 60 años de trabajo, y con problemas con los socios, David Bleger decide retirarse, cediéndole todos los derechos a la familia Goldvarg. La irrupción de la tecnología en la administración de empresas, reduciendo el consumo de papel, también golpeó la rentabilidad del negocio. En 2013, Marta Velia Goldvarg, transfirió un negocio ya en decadencia a Alfonso y Pablo Quaranta, dueños del Sanatorio de la Mujer, que nada tenían que ver con el rubro.

En su apogeo Casa Bleger, supo tener 70 empleados, entre reparto, depósito, atención, administración y viajantes. Hasta el viernes pasado, cuando el local bajó sus persianas, seguían trabajando apenas siete.